Opinión

Canto a la humildad

El papel de los medios debería ser el de rebajar los egos escandalosos de algunos políticos

La virtud que más admiro en mis congéneres es la modestia. Siempre he tenido para mí que un ser humano humilde, sencillo, agradecido y sensato es un ser humano excelente. Un sujeto/a que estoy seguro acogerá el resto de las  admirables virtudes que ennoblecen la especie por puro procedimiento simpático. Es decir, por contagio como suenan las cuerdas en una cítara hindú. No es fácil ser humilde sin impostura –yo no lo soy aunque estoy deseando serlo- y cuando uno se encuentra con alguien en el camino que lo es sin aditivos ni colorantes, sabe que se halla de pronto en presencia misma de la dignidad. 

Ser humilde no es igual que ser manso y estoy empezando a columbrar la dignidad que otorga  la sencillez libre de engaño en personajes a los que no les suponía yo caminar por esas sendas. Debe ser el cumplimiento de la edad, que otorga sabiduría y permite observar la trifulca humana con la perspectiva más adecuada y desde la altura precisa para que todo vaya encajando en su lugar. Hace poco le preguntaban a Paul McCartney qué le sugería a él mismo su gigantesca trayectoria en la práctica de la música popular y las cotas incomparables que había escalado en ella, a lo que respondió con serenidad franciscana que en realidad él era solo el bajista de la banda, lo cual es rigurosamente cierto y nada pretencioso. Asumió el instrumento que no quería tocar nadie y, a partir de ese papel aparentemente menor y no siempre reconocido, se hizo grande. Se hizo muy grande… y además, una de las más importantes fortunas del Reino Unido. Para un tipo que pasaba por allí en bicicleta no está nada mal.

Muchas veces me he preguntado si el papel más necesario de los medios de comunicación no debería consistir en rebajar los egos escandalosos de algunos representantes de la clase política y obligarlos a ser humildes, generosos, próximos y sensatos. Seguramente habría que comenzar esa tarea por lo más cercano porque muchos de los que ejercemos o hemos ejercido este oficio nos hemos subido indebidamente y en contra de toda razón, a la parra. Pero unos políticos modestos que resuelvan, que renuncien a la fama, los focos, la vanidad y el pelotilleo más infame al que suelen someterlos sus colaboradores, serían ideales y es posible que a nosotros nos corresponda recordárselo. Sic transit gloria mundi decían los latinos… Y qué razón tenían los condenados.

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