Opinión

Dinero no compra amor

Ya afirmaban tajantemente los Beatles que el dinero no compra amor, y probablemente tenían razón a juzgar por la mucha pasta que ganaron y que, sin embargo, no fue capaz de estabilizar su ajetreada vida sentimental. Tampoco compra la felicidad, y así lo expresa un muy sabio refrán popular. Y mucho menos, compra la dignidad, el prestigio, la educación, el crédito, la reputación, el lustre, la categoría, el respeto, la serenidad y el decoro, como se encargó de demostrar en Madrid el poderoso jeque Nasser Al-Khelaïfi, presidente de la empresa Qatar Sports Investiments, propietaria a su vez del Paris Saint Germain que en la tarde noche del pasado miércoles sucumbió estrepitosamente a manos del Madrid de Benzemá, Modric y las noches mágicas. 

Al-Khelaïfi es, probablemente, un hombre de paja de los todavía más poderosos oligarcas petroleros del Golfo Pérsico, auténticos propietarios del conjunto parisino, pero es el que da la cara en un club que lleva seis años intentando infructuosamente colarse en la final de la Copa de Campeones. Nunca lo ha logrado porque un equipo de fútbol no se consigue tirando del talonario sino fomentando intangibles como la pasión, la lealtad, el compromiso e incluso y sin más, el estado de ánimo que diría Jorge Valdano, virtudes todas ellas que le sobran al Madrid, quien las ha cultivado y las ha ido incorporando a su escudo a lo largo de una fructífera historia.

Es el sujeto que bajó a los vestuarios del Santiago Bernabéu dando voces y profiriendo insultos y amenazas que llegaron hasta la propia antecámara del vestuario arbitral y que debería estar a estas horas declarando ante el juez de guardia escoltado por dos agentes de la Policía Nacional. Pero seguramente sus petrodólares le ahorrarán el vergonzoso trago. Le permitirán no dormir una noche en el cuartelillo pero no le garantizan de ningún modo ganar la orejona. Ni le podrán ahorrar el ridículo espantoso que ha hecho él, y tras él su esclavo y director deportivo Leonardo, el entrenador Pochetino y el equipo entero con su portero como figura más destacada del fracaso. 

Saber ganar es tan importante como saber perder, y la vergonzosa actitud de la expedición parisina en la derrota los marcará a todos ellos de por vida. Dinero no compra amor pero tapa sinsabores como el de Sergio Ramos entrando en el Bernabéu embozado como un facineroso, o como Messi, paseando por el campo como un cesante podrido de pasta y avergonzado.

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