Opinión

Dramática trascendencia

El discurso de Sánchez presenta atractivo recitando lo que le han preparado sus asesores

La estupidez por excelencia la muestra en estampas el PSOE actual, que se apiña en torno a su líder y prepara para la ocasión un escenario de diseño escrupulosamente decorado en tonos azul y amarillo como la bandera de Ucrania, mientras ese mismo presidente que se asoma a la tribuna rodeado por una puesta en escena escrupulosamente prevista para su lucimiento personal con el que dar mayor sentido al calculado dramatismo de sus palabras, permanece fiel al pacto que le une a un atajo de diputados que niegan la mayor y se empeñan en obviar la invasión rusa maquillando la alevosía de este acto bélico inaceptable bajo la capa del belicismo trasnochado y la estupidez metafísica de la apelación al diálogo diplomático.

¿Dialogar con quién y para qué?, habrá que preguntarle al cesante Pablo Iglesias y a sus chicas empleadas en dos carteras ministeriales que tensan el hilo de la alianza llamando a sus compañeros de Gobierno, “partido de la guerra” y se abstienen de denominar a Vladimir Putin como lo que es: un criminal imperialista, fanático y trastornado, que está asesinando civiles tras invadir por la fuerza de las armas la inviolable privacidad de un país libre, democrático y soberano.

Vergonzosamente este PSOE de Pedro Sánchez es, como se ha demostrado con semejante y vergonzoso montaje –todo la cartelería, iluminación del salón del acto, vestimentas de sus integrantes y mobiliario, en tonos azul y amarillo- una caricatura de sí mismo y una triste estrategia de puro y duro diseño sin que detrás exista otra cosa que vana palabra  estrictamente pensada y elaborada desde los laboratorios de Moncloa para ejercer como elemento que impacte. No hay verdad es esas palabras. Y lo que es aún más doloroso. No hay un ápice de conmoción en el sentido del mensaje, no hay en esa cháchara hueca y perversa asomo alguno de alma.

La comedia presenta a un tío erguido y atractivo, camisa clara, americana deportiva y sin corbata, recitando con rostro compungido lo que con estricto criterio estratégico le han preparado sus asesores. Tuerce levemente el gesto para sugerir dolor, y se recobra para mostrar su perfil más atractivo cuando enfatiza sobre las decisiones que va a tomar en esta época desastrosa. Pero no va a cesar a nadie porque no puede. Montero y Belarra le seguirán dando caña gratis porque Pedro Sánchez no puede hacer otra cosa que tragar si no quiere adelantar elecciones. Es lo que hay, o sea, nada.

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