Opinión

El eco de las británicas

La conmoción producida por los resultados de las recientes elecciones generales en el Reino Unido no es más que la lógica respuesta a un hecho tan sorprendente que ni los propios vencedores esperaban. Una victoria conservadora tan aplastante que le proporciona a David Cameron mayoría suficiente para no tener que compartir gobierno con nadie no contaba ni para el elector tory más entusiasta y en sus mejores sueños, pero las urnas han dictado sentencia y ante este juicio definitivo y sin controversias no hay más que añadir. Si acaso, el fracaso de las encuestas y la reacción inmediata de los derrotados.

Los tres jefes de los partidos políticos vencidos han presentado su dimisión en cadena, y el vendaval se ha llevado por delante al rival que aspiraba a sucederle –Ed Miliband- al socio que ejerció de comparsa –Nick Clegg- y al defensor de la independencia británica ante la UE –Nigel Farage- todos ellos rendidos ante la evidencia. Miliband ha defraudado sin remisión, Clegg ha pasado de 56 escaños a una docena, y a Farage le han pasado factura sus referencias xenófobas hasta el punto de que no ha logrado ni un escaño. Un desastre en toda regla para los euro escépticos británicos.

Los partidos políticos españoles, inmersos en su campaña por autonómicas y municipales, han interpretado como mejor les ha acomodado estos comicios cuyos resultados finales le han dado una alegría que no esperaban a los populares. El fracaso de las encuestas en el Reino Unido ha sido tan descomunal que hasta el Consejo Electoral Británico que es el equivalente a nuestra Junta Electoral Central se prepara para llevar a cabo una investigación con la que poder explicar racionalmente una metedura de pata de tales proporciones, y ese desastroso trabajo de demoscopia que sostenía un empate técnico entre tories y laboristas hasta la víspera misma de la jornada electoral anima al PP a considerar que el fenómeno puede darse perfectamente en España, y que las encuestas que pronostican una pérdida del 20% en el número de escaños para los de Rajoy, pueden inspirarse en el mismo error de partida en el que se han basado los cálculos de las británicas.

Los electores se han decantado finalmente allí por aplicar una máxima tan extendida como pragmática, la que dice preferir lo malo conocido a lo bueno por conocer. El PP alimenta su horizonte de la misma teoría y supone que las encuestas que les sugieren una pérdida cuantiosa están mal enfocadas, que el votante prefiere la seguridad aunque no le diga en alto, y que los indecisos van a terminar votándolos. Rajoy debe estar llamando ya a Cameron para preguntarle cómo se hace.

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