Opinión

El todo y la nada

Dave Clark 5” fue una de las bandas más reconocidas de la llamada invasión británica en los años 60 del pasado siglo. Nacida en la popular barriada londinense de Tottenham y bautizada con el nombre de su fundador y batería, el quinteto se constituyó porque sus componentes –todos ellos seguidores del equipo de fútbol local- deseaban recaudar fondos para acompañar a los Spurs en sus desplazamientos fuera de su estadio. Las modestas pretensiones de aquellos chicos se vieron sin embargo respaldadas por un sorprendente éxito en su país y sobre todo en los Estados Unidos, hasta el punto de que, con dieciocho apariciones, superaron a los Beatles  en el famoso programa de televisión dirigido por el magnate del espectáculo Ed Sullivan.

Arrasaron, movieron masas de fans enloquecidas, les pidió autógrafos para sus hijas el presidente Johnson, filmaron una película con John Boorman, ganaron mucho dinero y después, la nada… La banda tuvo un final abrupto y concretamente el de su teclista Mike Smith propició una auténtica y desgarradora tragedia. Hoy, salvo quienes como yo adoramos el pop británico de aquella mágica década y sabemos casi todo de ella, nadie los recuerda. Solo sobreviven dos componentes, Dave Clark el batería que la fundó y que se hizo de oro como propietario de los derechos de “Raedy Steady, Go!”, y su guitarrista Lenny Davidson que enseñó música hasta su jubilación en un colegio de Cambridge. En 2008 e introducidos por Tom Hanks, ingresaron en el Rock and Roll Hall Fame.

La historia de “Dave Clark 5” es la historia repetida de muchas y muy comunes glorias efímeras, un fenómeno  doloroso pero sumamente didáctico que se manifiesta con frecuencia en el mundo del espectáculo y muy especialmente en el ámbito juvenil. La banda de Tottenham  no se distinguió por el fenómeno conocido como “one hit wonder” con el que se denomina a los artistas que consiguen un único hit en toda su vida, sino que grabaron quince álbumes y colocaron sus éxitos durante seis años de triunfo en las listas principales de muchos países. Pero su estrella se apagó de repente y no volvió a lucir. Hoy, solo los nostálgicos escuchamos sus antaño sonoras conquistas. Eso sí, con una tierna y ensoñadora sonrisa que nos devuelve al pasado y nos recuerda que el tiempo pasa muy deprisa. Otro día les contaré la terrible historia de su teclista. Mientras tanto, sic transit gloria mundi.

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