Opinión

El fútbol y la vieja música

Cuando el pasado martes me senté ante el televisor para presenciar el partido entre el Real Madrid y el Manchester City de semifinales de Champion, me convencí a mí mismo de que la hinchada rival no podía ser muy mala gente. Unos seguidores que tiene como himno en la grada la interminable coda de una canción de los Beatles, la banda más representativa de la ciudad donde reside el enemigo por antonomasia, no pueden ser unos perdularios ni asomar mala voluntad y es cierto que jamás la hubo. La grada fue una fiesta, los seguidores celestes cantaron a pleno pulmón “Let it be”, los del Madrid no cantaron nada porque nunca han tenido una canción popular que les distinga, -y menos ese exceso lírico compuesto por José María Cano en la voz de Plácido Domingo que para ser cantado necesitaría de un cursillo previo en el Conservatorio- y con el empate sin goles se dieron por finalizadas las hostilidades y todo quedó para el segundo partido. Al Madrid le sentó peor porque tuvo el gol por tres veces pero confía en resolverlo a la vuelta, y al City le llegó con no recibirlo y apelar ahora a un golpe de suerte.

La reflexión no está por tanto en el trascurso de un encuentro que debió ganar el Madrid ni en los cálculos que puedan trazarse para la vuelta que un Madrid en casa y con toda la artillería debería arreglar sin grandes angustias, sino en esos apasionantes protocolos futboleros que la tradición mantiene y acrecienta y que a mí, particularmente, me entusiasman y no tengo empacho alguno en reconocerlo porque forman parte de un sentimiento que se afirma en la conservación de las tradiciones a las los ingleses rinden un culto admirable. El fútbol lo inventaron los británicos y es verdad que llevan mucho tiempo sin dar pie con bola ni conquistar un trofeo, pero que a la hora de mantenerse fieles a unos preceptos marcan la pauta y hacen de lo cotidiano leyenda.

Dentro de muchos años, los hinchas del City seguirán coreando en la grada la coda de “Let it be” y sus nuevas generaciones desconocerán probablemente el origen de este “la la la” que les acompaña y enardece al inicio de cada encuentro como ocurre con los hinchas del rival eterno, el Liverpool, cuando cantan a voz en cuello el histórico “You’ll never wali alome” de Gerry & the Pacemakers. Tradición, cariño y respeto. Qué envidia me dan, leche.

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