Opinión

Gobernar de prestado

Europa respira aliviada tras superar el ahogo que producía Le Pen, Macron no tanto

Emmanuel Macron ha ganado las elecciones en Francia aunque la ventaja obtenida sobre la ultraderecha es una ventaja que no mueve a grandes algaradas. El presidente centrista –o algo así porque aún es el día que no tengo exacto conocimiento de la posición política que Macron y su formación política denominada “¡En Marcha!” defienden- ha obtenido el 58’5% de los votos por el 41’5 de su rival, una victoria sin triunfo como  titulaba ayer la mayor parte de la prensa de su país  porque en esta ocasión, Marine Le Pen cabeza del partido que le disputaba el favor del electorado, le acaba de enjugar casi la mitad de la ventaja que obtuvo en los comicios anteriores. Europa respira aliviada tras superar el ahogo que le producía la amenaza de una derrota de Macron, pero el que no puede respirar ni encontrar alivio en el balance obtenido es el propio Macron, que se sabe presidente de la República gracias a un enorme volumen de votos prestados.

Emmanuel Macron es un producto típico de burguesía ilustrada francesa. Joven, culto y bien formado, procede de Amiens una de las ciudades más representativas de la cultura del norte de su país, que ha dado buenos políticos, buenos economistas y buenos abogados, la mayor parte de ellos personajes notables, como el propio Macron que antes de irrumpir en política se dedicó a ejercer en los ámbitos bancarios. Educado por los jesuitas, católico progresista, elegante y discreto, de buena extracción y gustos refinados –cursó por ejemplo la carrera de piano y abandonó la posibilidad de triunfar como concertista para dedicarse a  las finanzas- Macron concentra en sí mismo un apreciable compendio de esencias que le convertían en idóneo para escalar los peldaños de la política y llegar al Eliseo ungido por su aureola europeísta y su equilibrio ideológico muy adecuado para tratar de pacificar un país defraudado por los partidos tradicionales y necesitado de nuevas fórmulas con las que plantearse el incierto futuro.

Desgraciadamente su primera legislatura no ha conseguido apaciguar los ánimos, y recoge un país descreído, dividido y airado. Lo hace con casi un 60 % de los votos, aunque sabe que casi la mitad de esa cifra corresponde a los votos del miedo que le han otorgado la papeleta para evitar el triunfo derechista. No es un buen caldo el que bulle en su olla. El presidente necesita en su olla la poción de Panoramix.

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