Opinión

La importancia diplomática

Felipe VI está habituado desde niño a las relaciones internacionales y a su complejo entramado

Desde el atril instalado en el salón de sesiones de la Escuela Diplomática del paseo de Juan XXIII, en plena Ciudad Universitaria de Madrid, el rey Felipe ha solicitado mayor presencia y determinación internacional para España en un momento en el que las relaciones internacionales adquieren una dimensión suprema. Lo ha hecho durante el solemne trascurso del acto de entrega de despachos a los treinta y cuatro nuevos diplomáticos que han aprobado en sus aulas, cuyas tres mejores notas han correspondido a mujeres. 

No pide gratuitamente el monarca, para el que la función diplomática no le es en absoluto desconocida. Prácticamente bilingüe en inglés y español, capaz de expresarse en francés y en alemán –y probablemente en griego- gracias a las bondades de un árbol genealógico multiusos extendido por varias nacionalidades, Felipe VI está habituado desde niño a las relaciones internacionales y al complejo entramado que rige el trabajo de cancillería. Por eso, sabe que la presencia española en el concierto internacional necesita consolidarse y adquirir un grado de presencia de la que desgraciadamente carece. Hace años, cuando trabajaba en el ministerio de Asuntos Exteriores, algunos compañeros de la época se remitían a la calamitosa actuación del plenipotenciario español en el Congreso de Viena –concretamente un perfecto imbécil enviado por Fernando VII a aquella magna cita llamado Pedro Gómez de Labrador de quien el departamento de publicaciones del propio ministerio editó una pormenorizada biografía comentada que aún conservo- para explicar el intrascendente papel que le corresponde a España en el concierto internacional. Personalmente sospecho que  desde hace muchos años el trabajo exterior español se ha visto jalonado por errores incomprensibles y decisiones absurdas que han menguado drásticamente su influencia, si bien interpreto que la ridícula actitud de José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono durante el desfile de las Fuerzas Armadas en el paseo de la Castellana al paso de la bandera de las barras y estrellas que coincidió con la toma de posesión del nuevo Gobierno lastró para siempre nuestra posibilidad de relación estrecha con los Estados Unidos que no se ha recuperado todavía. La guinda la ha puesto el propio Sánchez y su cambio de posición sorpresa sobre el Sahara Occidental. ¿Así quién nos va a tener en cuenta?

Te puede interesar