Opinión

Juicios y prejuicios

Serán de una u otra ideología pero merecen ser escuchados porque nada les excluye legalmente de ello

La decisión gubernamental de no citar en las conversaciones precisamente a la asociación de trasportistas autónomos constituidos en el embrión mismo de la huelga, no transmite contrariamente a lo que pueda suponer el ejecutivo una imagen de firmeza, sino un perfil de cerrilidad que no contribuye de ninguna manera a la obtención de un argumento conciliador que devuelva al sector la normalidad perdida y sobre todo, la estabilidad a un país sometido a demasiadas tensiones para que salga indemne del evento. 

Los acontecimientos nos están demostrando la inutilidad de este rictus de chulería obcecada y prieta que ha resuelto adoptar el Gobierno. El disparatado análisis al que los asesores de Moncloa han sometido el proceso concluye con una de esas máximas fulminantes que forman parte de la costumbre de un consejo de Ministros que etiqueta los movimientos de sus administrados en actuaciones no aisladas y que esconden paradójicamente más dudas que certezas. Los expertos analistas concluyen que estos paros son cosa de la ultraderecha y que, por tanto, los involucrados en el movimiento no merecen ser tenidos en cuenta. El error es doble en este comportamiento porque ni está demostrado que los incitadores de este movimiento que ha puesto en pie de guerra campo y camioneros pertenezcan a una ideología determinada y menos a la derecha extrema, ni esa condición impediría la necesidad de su participación en las conversaciones en caso de que esas sospechas que airea todos los días la ministra Montero fueran ciertas.

Serán de una u otra ideología pero merecen ser escuchados porque nada les excluye legalmente de ello. Por otra parte, el desconcierto derivado del creciente desacuerdo que separa a los dos socios gobernantes ha invitado a la vicepresidenta Díaz a desmarcarse de estos juicios mientras la ministra Belarra –que no debe tener otra cosa que hacer- se entrevista con los camioneros asturianos en pie de guerra. Díaz no quiere saber nada de prejuicios o estereotipos. Belarra ponía ayer cara de póquer con ayuda de su mascarilla, y dice que el Gobierno está en ello mientras el camionero le argumentaba la imposibilidad de dar de comer a sus guajes con una situación como esta. El caso es que nadie del Ejecutivo da explicaciones ni  le aclara al administrado en qué está pensando para afrontar el problema. A lo mejor el problema son ellos.

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