Opinión

Lío en la Fiscalía

Las asociaciones de fiscales han acabado hartándose de las actuaciones y presiones a las que se ven sometidos diariamente por la oficina de la fiscal general Dolores Delgado y su equipo de confianza. En una carta hecha pública ayer y enviada al ministerio de Justicia, se solicita el cese inminente de la fiscal general y su hombre de confianza, ambos señalados por tomar partido en la causa que ha dejado sin puesto al fiscal anticorrupción, Ignacio Stampa. Y no solo ha tomado partido sino que ha manipulado pruebas como se denuncia enérgicamente en base a pruebas irrefutables en el mencionado escrito. El ámbito de Dolores Delgado eliminó hasta cinco páginas del informe elaborado por el fiscal general de Madrid en el que se hacía referencia a comportamientos interesados de la propia fiscal general y su pareja el juez Baltasar Garzón, cuyo despacho intervino activamente en prácticas de desprestigio que acabaron costándole el puesto a Stampa, apartado de su cometido por presunta revelación de secretos. El asunto sugiere tantas sospechas y es tan lóbrego que convierte a la cúpula del Ministerio Público en otro nido de presión, manipulación, acoso y mentiras desde el poder, uno más si nos atenemos al uso que un Gobierno dislocado y sin frenos hace de las instituciones.

Dolores Delgado es, por si misma, una pura e inquietante sospecha. Patrocinada desde muy joven por Baltasar Garzón -del que ha acabado convertida en pareja sentimental contraviniendo las más elementales normas de la prudencia y el sentido común en el desempeño de su cargo- en aquellos años asistió junto al entonces juez a los alegres almuerzos semanales organizados por el entorno del comisario Villarejo en los que no se dejó títere con cabeza incluyendo, entre las materias a comentar, la homosexualidad de un compañero de toga llamado Fernando Grande Marlaska con el que acabó compartiendo consejo de Ministros. Delgado forzó tanto la máquina desde su ministerio que hubo que apartarla del foco. Pasó de ministra y fogosa mitinera en los actos electorales del PSOE a presidir una de las instituciones más necesitadas de equilibrio y neutralidad política. La puerta giratoria colocó a Delgado al mando de la Fiscalía del Estado, una tarea que ha desempeñado sin trazarse barreras ni  preocuparse de principios éticos. El último episodio le ha costado la carrera a un compañero de oficio. Servir al Gobierno y al partido es para lo que está. Todo atado y bien atado. Pobre democracia nuestra.

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