Opinión

Luna de alobados

Me asomé a la ventana y fijé los ojos en aquella luna redonda y magnífica del tamaño de una mesa camilla. Grande, hermosa, repleta de misterio, luna de alobados que es lo que decimos los que estamos al tanto de los universos mágicos y sentimos en el vello de punta el horror y el placer que desprenden los fenómenos ultra naturales que se asocian a ella, que si los lobos, que si las brujas, que si se dispara la lívido, que si la sublimación del ciclo de la vida al compás del reflujo de las mareas… Derramaba su luz gélida con la mayor intensidad vista en nuestro planeta desde hace setenta años, y tras el 14 de diciembre en que la tendremos otra vez blanca como un enorme queso recortándose sobre el cielo azul oscuro casi negro, no adoptará esta misma apariencia hasta 2034. Para entonces, algunos de nosotros estaremos irremediablemente calvos. Y así he seguido reflexionando y mirándola prendado y en trance, qué coño tendrá, digo yo, la luna.

No me han salido ni pelos ni colmillos y eso es buena señal o al menos me demuestra que la licantropía no es por el momento mi problema. Recorrer los caminos en apariencia lobuna y zamparse de vez en cuando a un excursionista incauto al estilo Romasanta, debe suponer como mínimo un cargo de conciencia tremendo. El protocolo con el que se define el fenómeno de la licantropía reseña que uno se despierta medio desnudo, exhausto y teñido en sangre ajena y mondongos sin saber exactamente la cantidad y magnitud de sus desmanes. Hace un siglo, lo natural es que te acabaran dando caza los batidores de cualquier pueblo montano y te quemaran vivo, pero a día de hoy nos hemos identificando mucho con el reino de la naturaleza y abatir a un hombre lobo incluso una vez bañado por la fría luz de la luna tiene tratamiento penal y con el Seprona no se juega.

Se ha filtrado y ya está en las redes sociales, que los asesores del futuro presidente de los Estados Unidos le han prohibido terminantemente que estas noches se asome a la ventana de su dormitorio no vaya a ser el demonio y acabemos por enterarnos todos dónde habita uno de los grandes enigmas de los muchos que jalonan la biografía del próximo huésped de la Casa Blanca. Saldría un lobo con el pelaje color azafrán entreverado de teja, pero he visto bichos con pelos de colores más raros todavía. Y menos fieros.

Te puede interesar