Opinión

Manos que no o sí ofenden

Las bofetadas, un interés dramático incomparable a los sucesos históricos

Will Smith -Willard Alexander Carroll Smith junior si nos proponemos conocer cómo se llama el personaje en todas sus potencias- pasará a la historia como el sujeto que dinamitó la gala de entrega de los premios de la Academia de Hollywood en 2022 propinando una pública bofetada a un compañero de profesión de su misma etnia afroamericana en respuesta a un chiste de mal gusto que el agredido pronunció durante la ceremonia refiriéndose a la calvicie de la mujer del agraviado. El hecho de que unos minutos después Smith recibiera el Oscar al mejor actor principal por su trabajo profesional queda de inmediato solapado por un acto de fuerza que pasará a la posteridad y que probablemente marcará la vida y obra de este actor –un hombre guapo, jovial galante y divertido según todos los testimonios- haga lo que haga en el futuro.

Las bofetadas aportan un interés dramático incomparable a los sucesos históricos, y tienen la rara habilidad de convertir los hechos anteriores y posteriores en prescindibles. Se cuenta que, durante las jornadas en las que Fernando VII agonizaba en el palacio de La Granja,  la infanta Luisa Carlota arrebató de las manos del ministro de Estado, Teodoro Calomarde,  el decreto que derogaba la Pragmática Sanción y lo arrojó al fuego. Como quiera que el poderoso político aragonés tratara de recuperarlo metiendo los dedos en la lumbre, la infanta le arreó una sonora bofetada que zanjó el tema. Calomarde, con el carrillo grana, hizo una reverencia y se retiró pronunciando las famosas palabras, “señora, manos blancas no ofenden”. Para completar el episodio conviene  decir que el rey se recuperó de sus males y el conflicto político planteado  tras la derogación y restauración de la ley desembocó en la primera de las tres Guerras Carlistas. La infanta Carlota no era, por tanto, una figura de gran poder y predicamento en la corte fernandina a pesar de su fama de viperina y ambiciosa, y solo hubiera sido recordada por ser la madre del rey Francisco de Asís al que los humoristas del tiempo conocieron como “Paquito Natillas”. Pero la bofetada a Tadeo Calomarde lo cambió todo y la infanta se murió con menos de cuarenta recordada por haberle cruzado la cara a un caballero de notable poder y fama. El resto, apenas cuenta. Como le pasó a Ruiz Mateos con su coscorrón a Boyer, y le pasará a Smith. Las bofetadas públicas pesan mucho.

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