Opinión

¿No a la guerra?

Hace unas semanas los ucranianos estaban como nosotros, sentados en sus sillones

Los ciudadanos de Europa nos asomamos todos los días a las pantallas de la televisión y no tenemos otra que frotarnos los ojos porque no podemos creer lo que estamos viendo. A marzo de 2022 asistimos, sentados en el butacón de nuestra sala de estar, a las atrocidades de una guerra desencadenada por un loco imperialista, visionario y asesino que se fotografía peleando a brazo partido con osos y se ufana de manejar las armas de fuego mejor que sus soldados.

El pasaje en el que Vladimir Putin pone en ridículo a su propio jefe de Inteligencia literalmente cagado de miedo en su presencia, es un episodio demostrativo de la deriva que ha ido adoptando la personalidad de este ex agente del KGB que se hizo espía respondiendo a  la admiración que sentía por un personaje de ficción que era el equivalente soviético al 007 de Ian Fleming. Putin se ha creído dios y vamos a ver quien baja de la nube a este sujeto sin sentido.

Lo más atroz de todo esto es que hace apenas unas semanas los ucranianos estaban exactamente igual que nosotros los demás europeos. Sentados tranquilamente en los sillones de sus casas, guarecidos y calentitos, viendo una serie de la tele sin sospechar que un mes después morirían a cientos arrasados por el fuego indiscriminado de los misiles. Ninguna familia ucraniana –estoy convencido- suponía que las amenazas del ruso majareta que se supone divino acabarían siendo ciertas y condenarían a un país europeo como cualquier otro, soberano próspero y pacífico, en un infierno.

Uno se pregunta, entre las paredes del seguro refugio de su casa en una ciudad cualquiera del continente pongamos que hablo de Vigo, si los ciudadanos europeos estamos haciendo lo suficiente para detener esta locura que está matando militares y civiles, –han muerto también muchos soldados rusos que son hijos de sus madres, padres a su vez de hijos, y pareja de sus parejas- y sospecha que no. Que no lo ha hecho todo.

Todavía estoy esperando que aquellos colectivos de artistas que convirtieron la entrega de los premios Goya de 2003 en un mitin político sobre la intervención española en la guerra de Irak salgan a la superficie y den la cara en este momento. Se ve que los muertos aquellos eran muertos más importantes y con más genealogía que los que Putin está asesinando en Kiev. Estas cosas son las que muestran lo perra que es la vida.

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