Opinión

No se lo merece

La nueva postura de Sánchez sobre Sáhara, ha cogido a varios con el pie cambiado

Durante un par de años de mi vida, trabajé para el ministerio de Asuntos Exteriores en una de sus secciones: la correspondiente a Relaciones Económicas Internacionales, un reducto plácido y confortable en el que me inicié cuando la sede ministerial estaba todavía en la Plaza del marqués de  Salamanca, y del que me despedí con el ministerio instalado en las torres gemelas de Serrano Galvache, agradecido y confortado por la presencia de una buena docena de amigas y amigos a los que conocí en aquel periodo, con los que compartí excelentes momentos, de los que recibí inapreciable ayuda para alguien como yo que no conocía otro oficio que el de hacer periódicos, no sabía una palabra de materias diplomáticas y de protocolo, y encontró en ellos socorro, refugio, comprensión, afecto y respaldo verdadero.

Cada mañana tomaba el ascensor hacia la séptima planta de aquel edificio disparatado y gigantesco en el que aún sigue instalado, y con frecuencia compartía el viaje con un joven diplomático que ejercía en la misma división (Así Pacífico creo recordar) que un camarada de aquellos viejos tiempos con el que aún mantengo frecuente carteo. Supe mucho después que se llamaba José Manuel Albares, especialmente el día en que le hicieron ministro. Un buen ministro pienso yo en mi absoluto desconocimiento.

Albares ha sido un escudero fiel y prudente de Pedro Sánchez en materia de relaciones exteriores y ha permanecido a su lado desde que volvió desde un primer destino fuera del país y se incorporó al equipo de asesores de Ferraz. Afecto sin fisuras a la causa y defensor de Pedro Sánchez que respondió a esa fidelidad haciéndolo primero agregado cultural en la embajada de París, embajador más tarde y ahora ministro,  algo me dice que el cambio de posición sobre el Sahara Occidental elegido por Sánchez de buenas a primeras le ha cogido con el pie cambiado, y así parece desprenderse del concierto de balbuceos, dudas, tartajeo y exculpaciones esgrimido por Albares en su última comparecencia. Sánchez –la mayor parte de compañeros de gabinete se han enterado del golpe de timón en política africana al leer el comunicado de la corona de Marruecos- lo arregla  por la tremenda. O no admite preguntas de los periodistas o tira balones fuera y no las contesta. Albares, su dedicación y su compromiso con el presidente no merecen tragos tan ridículos y tan desagradables como éste. Pero eso a Sánchez no le quita el sueño.

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