Opinión

Lo que interesa y lo que no

Escribir una columna diaria en la que uno expresa con cierta frecuencia muchos de sus planteamientos más personales e irrenunciables es un ejercicio que no siempre despierta afinidades y mucho menos simpatías. Recuerdo que hace años me ponía muy nervioso cuando la gente me expresaba por la calle sus desacuerdos en algunos casos de manera muy poco amistosa. Una lectora anónima me llamaba cada dos por tres por teléfono a mi casa para prometerme que me afeitaría la lengua con liga del 12, y un camarero poco menos que se negó a atenderme porque había escrito un artículo expresando mis dudas sobre la legalidad de un triunfo del Barça y era un culé de toda la vida e iracundo ante mis temerarios juicios. Hace también algunos años que han dejado de preocuparme esas discordancias que, justo es reconocer, se han ido atemperando considerablemente al paso de los años probablemente porque estamos por fortuna en una sociedad más comprensiva y tolerante.

Sospecho que a ese análisis del comportamiento social no han llegado todavía los integrantes de la clase política, instalados casi todos en una permanente confrontación de una ferocidad injustificada y, en general, muy distante del comportamiento del españolito de a pie que, salvo colectivos muy concienciados, ha ganado en templanza. Ayer escuché que la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez,  definió públicamente al líder de la oposición utilizando la RTVE para expresarse, como un individuo insolvente, cínico e inmaduro simplemente porque no se ha avenido a renovar el Consejo General del Poder Judicial en los términos en los que aspira a renovarlo el presidente porque sospecha que tal renovación equivale a supeditarlo a sus intereses –una táctica que Sánchez ha utilizado cada dos por tres  con la Fiscalía General como ilustrativo ejemplo.

Mi impresión me transmite constantemente que la clase política está instalada cada vez más lejos de lo que piensa y demanda el pueblo. Y me sugiere sobre todo que lo que al pueblo le parece necesario reformar al político le importa poco y es por eso por lo que lo que legislan los segundos les tiene sin cuidado a los primeros. A la gente la interesa que le bajen la electricidad, el carburante y la vivienda. Que la sanidad le atienda cabalmente y que los alimentos de primera necesidad no se cuelguen de los árboles. No es tan difícil de entender, me parece a mí.

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