Opinión

¿Por qué somos del Atleti?

El Atlético de Madrid es un equipo cuajado de historia, fogoso y aguerrido cuyos hechos mayores parecen contenidos en cantares de gesta. Construir su discurso épico tradicional y sostenido a lo largo de siglo y pico de trayectoria, sobre los pilares del desconsuelo y la derrota no es, a pesar del entusiasmo con el que lo utiliza la parroquia rojiblanca, buena señal y de hecho en frecuentes momentos de su ya largo e intenso itinerario, conduce al equipo y a sus seguidores hacia comportamientos que no tienen una explicación ni asumible ni lógica.

El último de ellos se ha escrito este miércoles con la eliminación de la Copa de Campeones ante el Manchester City, un equipo que desquicia pero al que hay que admitir y sobre todo, con el que hay que jugar con la frialdad y el sentido común suficientes para contrarrestar con inteligencia sus no muy recomendables armas de batalla.

Faltando unos minutos para el final del encuentro, el defensa central del Atlético -un fornido brasileño llamado Felipe que responde al tradicional perfil de zaguero repartidor de estopa heredero de las glorias escritas por sus antecesores colchoneros Ovejero, Griffa, Panadero Díaz y tantos otros- le atizó a uno de los ingleses una patada trasera sin necesidad alguna y por el mero hecho de hacer daño que mereció una tarjeta roja directa y, por tanto, su expulsión fulminante.

El asunto no acabó en este lance sino que propició un comportamiento inadmisible en Cholo Simeone quien, en lugar de recriminar a su futbolista el comportamiento bárbaro del que hizo gala, sentarlo en el banco para el resto de sus días y retirarle la palabra, decidió organizar un espectáculo de apoyo con gestos, aplausos y aspavientos de loco, buscando para ello la complicidad de la parroquia colchonera esa que crece y se multiplica en torno a las derrotas. La del miércoles lo fue y sin paliativos porque el equipo inglés marcó un gol y el Atlético no marcó ninguno. Hubo entrega, compromiso, empuje, dedicación y ánimo durante el partido, y lágrimas, frustración, desconsuelo y homenajes tras el final de la eliminatoria. Pero hubo derrota, merecida y triste derrota.

Ni la actitud del entrenador y jefe máximo de la plantilla es admisible ni la sempiterna recreación estética en la desgracia es sana. ¿Por qué somos del Atlei, papá? le preguntaba un hijo a su padre en uno de los anuncios de la entidad. Pues yo creo que no se debe ser del Atleti al menos por estas cosas.

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