Opinión

Una saltadora de mucha altura

En este universo dividido en dos y desquiciado que es el que nos propone la afición al fútbol, a mí me gustaría que de vez en cuando nos acordáramos de otros deportes que no sean el balompié y de otros deportistas que no sean Cristiano o Messi. Es cierto que en esa clasificación apócrifa de deidades patrias en el altar deportivo asoman gentes como Nadal, Gasol o Alonso pero últimamente, por motivos que no encierra alegría alguna. Nadal, dolorido hasta las pestañas por sus muchos años y sus muchos esfuerzos, está recorriendo el último tramo de su brillante carrera y sale en los papeles más perder los partidos que por ganarlos, y algo parecido le ocurre a Pau Gasol que se resiste a entregar la cuchara y se parte el alma por dejar claro que en el altar de los Bulls de Chicago está primero Michael Jordan y después habría que pensar en él ahora que tiene en más próximo el horizonte de la retirada. Alonso es a todas luces un piloto subido en los peores coches aunque posea el tesoro de la buena suerte. Este accidente es el tercero de su carrera y el que peor podría haber sido. Se estrelló con su bólido a 300 K/h y como él dice, gastó una vida en ello.

Por tanto, de quien hay que acordarse y a la que hay que querer mucho es a Ruth Beitia, que a sus treinta y siete años y cuando una marca de calzado le había retirado la subvención porque era demasiado vieja, ha vuelto, se ha calzado otras botas y se ha proclamado subcampeona del mundo de altura en pista cubierta. Tiene un cuerpo expresamente esculpido para pasar los listones a casi dos metros, es sensible, rigurosa y disciplinada, es una deportista ejemplar y es una mujer modélica. Ella misma dice que fuera de la pista es un cascabel y que dentro de la pista se toma las cosas en serio. Los que conocen a esta cántabra de piernas interminable enfundadas en sus legendarias medias amarillas, dicen que es optimista, solidaria, amiga, buena como el pan y muy lista. Y seguro que es así porque solo siendo una persona de temple, inteligente, y comprometida como es ella se llega a la cresta. Ruth no hace ruido pero no se rinde. Y así, callandito, sin bulla ni circo mediático, es la mejor atleta española de la historia. Y además, es parlamentaria cántabra y Revilla le ha retirado el saludo desde que es su rival política. Él se lo pierde.

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