Opinión

Santa Bárbara bendita

Pronostiqué que Casado metería la pata varias veces mientras Feijóo esperaba para mostrarse

La más que previsible vuelta a Madrid de Alberto Núñez Feijóo –no olvidemos que el hoy presidente gallego estuvo residiendo allí algunos años y fue un sobresaliente gestor de servicios de la Administración como el de las telecomunicaciones y el sanitario-, y cuyo episodio final se escribirá probablemente a finales de abril o primeros de mayo, ha puesto en pie de guerra a todos los analistas, articulistas, cronistas y tertulianos capitalinos que se han repartido apariciones en cadenas de radio y televisión y en espacios de papel, para examinar la situación, pavoneándose ufanos ahora de haber vislumbrado este colofón como si haberlo tenido en cuenta desde hace un mes fuera cosa de milagro. Si nos hubieran preguntado a los gallegos, ya hace años que hubiéramos bordado el episodio, y lo habríamos narrado punto por punto como si tal cosa poco después de que se eligiera a Pablo Casado como sucesor de Mariano Rajoy. Yo mismo –que soy un auténtico desastre en materia de anticipación política- narré a quien tuvo la bondad de escucharme, cómo iba a terminar  la aventura de Casado, y pronostiqué que metería la pata unas cuantas veces mientras Núñez Feijóo esperaba en la sombra el gran batacazo para mostrarse y convertirse en el salvador de un partido que los desastres del anterior habían destrozado. En un principio no sospeché que Isabel Díaz Ayuso sería el detonante de su desgracia, pero en cuanto se produjeron las primeras escaramuzas las dudas se despejaron y comprendí (y comprendimos todos aquí del Padornelo para el norte) que la semilla del cataclismo estaba sembrada y que Feijóo podría empezar a hacer el equipaje porque a Casado le quedaban dos telediarios.

El asunto no tiene ningún mérito ni necesita un añadido de inteligencia. Ni mucho menos. El problema de la agudeza de los intérpretes de la actualidad política vista desde la atalaya capitalina es la pérdida completa de perspectiva y la ausencia total de empatía con los territorios alejados. Solo se habla de Santa Bárbara cuando truena dice el viejo refrán y los asistentes a las apetitosas tertulias organizadas por las grandes cadenas de televisión y radio suelen hablar de memoria e hilar de memoria. La periferia solo interesa cuando truena como pasa con Santa Bárbara. Ahora, cuando creen que aciertan se les cae la baba.

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