Opinión

Las niñas de Nigeria

Ayúdenme ustedes. Inventen una palabra para calificar lo que pasa en el mundo desde siempre con las mujeres, con las niñas. Busquen un país en el que la gran mayoría de ellas no sufran por serlo. Durante muchos años de mi vida, cada domingo, me dediqué a escribir sobre la problemática de la mujer en el mundo, en este mismo espacio de La Región. Temática que exponía las consecuencias que conlleva pertenecer al sexo femenino, algo que significa ser ciudadana de segunda, concepto mantenido incluso en el seno familiar. Muchos de esos artículos fueron recopilados en el libro titulado “Ruega por nosotras”, publicado en el año 2002 por la Diputación Provincial, como contribución al día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, con prólogo del entonces presidente del citado organismo, José Luis Baltar Pumar.

Y después de tantos años de escribir sobre este asunto, en el que aún hago incursiones cuando el caso lo requiere, veo que ninguna de las infinitas leyes puestas en vigor como dique a la violencia de sexo, ni las órdenes de alejamiento, ni tantos actos reivindicativos han servido para nada. No hay día en que los medios no informen sobre algún acontecimiento que no haya que lamentar en cualquier lugar de este pequeño planeta, en el que dependiendo del país y su llamada cultura, el problema no tome tintes de terror, sin que los que debieran denunciarlo o tomar medidas, con tantos medios como existen para ello, salgan a la palestra y se pronuncien.

Pero claro, antes son otros intereses que las niñas secuestradas, sobre las que pesa el futuro de ser violadas y vendidas como esclavas. ¿Quién se interesa por ellas? ¿Dónde están esos grandes que proclaman los derechos humanos cuando conviene y no antes? ¿Quién defiende a esas criaturas? ¿Dónde están las llamadas feministas? ¿Dónde los políticos con fuerza  moral y otras cosas, ya me entienden, para que pongan a los secuestradores contra las cuerdas? ¿Dónde alguien, que sin palabrería vana levante su voz contra la esclavitud, el abuso, la crueldad? ¿Dónde las gentes que se desgañitan con proclamas de justicia, pero que ahora no ven semejantes tropelías? ¿Es porque esas criaturas están lejos, porque no merecen trato humano, porque no tienen derechos ni nada para comprar su vida? Quizá esto último sea el quid de la cuestión. Ser o no ser. Ellas al parecer, no son.

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