Opinión

Sánchez sale debilitado de su primer intento

Pedro Sánchez salió vapuleado de su primer intento de ser elegido presidente. Se esperaba la derrota en votos, era imposible alcanzar la necesaria mayoría absoluta, pero lo que no era previsible es que saliera tan tocado del intento, tan herido. Incluso entre sus filas era fácil encontrar diputados, e incluso invitados ilustres, que reconocían abiertamente que el secretario general socialista había quedado debilitado tras las andanadas que recibió de Mariano Rajoy y de Pablo Iglesias. Y no fueron los únicos, pero sí los más relevantes.

Curiosamente Albert Rivera, con un discurso excesivamente plano,  sin nervio, consiguió sin embargo aparecer como si fuera él quien se presentaba su candidatura a la presidencia del gobierno. Defendió el programa firmado con Sánchez con más fuerza y credibilidad que el candidato, que debía ser consciente de que no vivía su mejor día porque ni por un momento dejó el gesto de seriedad, y quizá de contrariedad, con el que seguía  las críticas demoledoras de Rajoy y de Pablo Iglesias.

Porque fueron demoledoras. Rajoy optó por la estrategia de la ironía, aunque tan envenenada que se convirtió en una sucesión de dardos con los que trató de ridiculizar a su adversario. Desplegó ingenio y acidez, y el daño fue evidente. Algunos conceptos, como identificar el pacto con Ciudadanos con el pacto de los Toros de Guisando, serán difíciles de olvidar. Por no hablar de su análisis del contenido de ese pacto y de los ejemplos que puso sobre cómo era la España económica y del paro en tiempos del gobierno socialista y cómo es la situación después de cuatro años de gobierno del PP. Datos que había ofrecido Rajoy en varias ocasiones, lo peor para Sánchez en esta ocasión fue cómo Rajoy le dejó en evidencia. 

Llegó Pablo Iglesias y le dio la puntilla. Primero con un discurso excesivamente profesoral, de izquierda ortodoxa y radical, y después con un ataque en toda regla a Sánchez y a su programa. Actitud que provocó estupor en las filas socialistas y, por qué no decirlo, desolación. Porque el tono, el fondo y la forma del discurso del líder de Podemos hacía pensar que la cooperación indispensable para que Sánchez fuera elegido presidente no parecía posible. Por ahora. No nos cansaremos de repetir que en política nunca se puede tomar la palabra jamás como inamovible. 

De hecho, finalizada la primera sesión de investidura, que tendrá su segundo capítulo este viernes con una nueva votación, varios miembros del PSOE reconocían que las cosas no habían salido como esperaban. Les preocupaba el radicalismo de los portavoces independentistas catalanes, con el que contaban, pero lo que les producía una gran desazón era que tras estas semanas en  las que la imagen de Sánchez se había potenciado, el debate no había salido bien. Nadie es capaz de asegurar que pueda ser investido, que acabe gobernando el PP… o que se convoquen nuevas elecciones.
Al iniciar el debate el día 1 había esperanza en un acuerdo con Podemos para que se abstuviera el día 4. Tras el ataque feroz de Iglesias a Sánchez y a su programa, esa posibilidad la ven preocupantemente lejana.

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