Opinión

EL SANTO CRISTO DE OURENSE

Después de un largo y lluvioso invierno, como hacía muchos años que no teníamos, hemos pasado a la primavera, al tiempo de Pascua y a la novena del Santo Cristo que comienza el próximo jueves día 25. Recordar la figura del Cristo de Ourense es volver a las raíces antropológicas y religiosas de la diócesis. Una cadena de fe vivida y celebrada por los ourensanos que a lo largo de siglos han acudido al crucificado y resucitado, insinuado por la imagen venida de lejos y por el mar. La piedad popular ha sido un cauce precioso respetado y favorecido por la Iglesia, para acercar al hombre al Hijo que calma los anhelos del corazón humano.


La Semana Santa nos ha acercado al misterio del Hijo de Dios entregado como pan de vida, cosido a la cruz gloriosa, sepultado y resucitado del sepulcro para comunicar la vida plena a los hombres a la vez que va creciendo la conciencia de los cristianos sobre el misterio entrañable que nos relaciona con Dios y nos hace experimentar el deseo de sumergirnos en su amor y su perdón. El encuentro con el Padre, Hijo y Espíritu Santo en los sacramentos del perdón, de la Eucaristía, de la oración litúrgica y comunitaria, de los actos devocionales como el Vía Crucis, procesiones y adoración, que ahondan la experiencia de Dios en el corazón necesitado.


El relativismo reinante, la apostasía silenciosa, el alejamiento de muchos de la vida y celebraciones cristianas, las ofertas tentadoras del secularismo no han podido apagar la sed de Dios que en momentos precisos experimenta el hombre. Allí mismo donde se cree poder acceder fácilmente a la felicidad, allí encuentra y halla el hombre la vaciedad y sinsentido de la vida. Por el contrario, cuando el hombre se deja conducir por la búsqueda de entrega, generosidad, servicio al otro, sentido de comunión, toca casi imperceptiblemente con la cercanía de la verdad y del amor.


¡Cuántos hombres y mujeres acuden cada día al Santo Cristo! ¡Cómo incluso buscan momentos para estar solos con Él! ¡Cuántas súplicas únicamente conocidas por Él, brotan del corazón de los peregrinos! Claro que no todo es perfecto en la piedad popular y es importante que los fieles lo acepten. La imagen del Cristo es eso: 'imagen', 'icono', signo, 'fotografía' que de algún modo esconde y revela la realidad de la Persona viva. Pero esta Persona viva y dispuesta al encuentro y diálogo, está en el sagrario. El creyente debiera amar más al Cristo vivo del sagrario que a la imagen preciosa del retablo dando preferencia a la comunión sacramental por encima de la oración y súplicas ante la imagen. Cuando se busca un encuentro en profundidad y poder agradarle con toda la vida, lo primero es observar la vida de gracia. Para agradar a Dios y que nos bendiga y que la vida sea digna, es necesario preguntarse si se vive en su amistad. Si no es así, está el sacramento de la Penitencia para quedar limpio. Luego a partir de esto todo cambia. Y cambia también con los demás.


La novena del Cristo es buena oportunidad para la evangelización y conocer más a Dios, configurarse con Él, y salir al encuentro de los demás en todos los rincones como signos de Cristo en el mundo. Presidirá la Eucaristía y la homilía el obispo, monseñor J. Leonardo.

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