Opinión

Tiempo para pensar

La Iglesia católica vive y celebra el misterio de Cristo, su fundador y Maestro, por ciclos de tiempo que rellena con la gracia y la fuerza de Dios

La Iglesia católica vive y celebra el misterio de Cristo, su fundador y Maestro, por ciclos de tiempo que rellena con la gracia y la fuerza de Dios. En la Iglesia, el tiempo que transcurre implacable para el mundo, adquiere su sentido y densidad al llenarlo de la vida de Dios. No se da en el tiempo celebrado por la Iglesia la teoría del “eterno retorno”, sino que el tiempo cristiano se asienta en este mundo, pero se abre al futuro creativo y a la eternidad. Cada año al celebrar la Cuaresma nos fundamentamos en lo vivido el año anterior y seguimos subiendo “la montaña” con mayor fuerza, precedidos del Cristo paciente, muerto y resucitado.

La Cuaresma por parte de la Iglesia es la llamada de Dios a volver a vivir la experiencia del Catecumenado con sus etapas y grados, para hacer experiencia gozosa de nuestro Bautismo y así renovar nuestra vida en fidelidad a la gracia y a los compromisos bautismales. No se trata de volver a ser niños, sino de renovar la gracia del sacramento primero, que nos hizo hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Toda la comunidad cristiana es invitada a ponerse en camino como pueblo de bautizados, deseosos de profundizar en las renuncias a Satanás y robustecer la fe en el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

Pero la Cuaresma invita también a los fieles a redescubrir los valores de la misericordia de Dios, el pecado del hombre y la conversión como camino de retorno a Dios. Vivimos en un mundo en que no se habla de pecado –sino sólo de error-, nadie se confiesa culpable, la responsabilidad se diluye entre todos. La conversión no se contempla, puesto que no existe la culpa personal y la comunitaria afecta a todos y, por tanto, es cosa natural, se acepta y se disculpa.

Pero en la Iglesia, la Palabra de Dios que destaca la misericordia infinita del Padre, habla con claridad del pecado como ofensa a Dios, a los hermanos y a uno mismo. Ante el pecado es necesario el arrepentimiento (reconocerlo-arrepentirse de él y hacer propósito de enmendarse).

Sólo así vendrá sobre la humanidad el perdón saludable y gozoso de Dios y el hombre llegará a retornar a la casa del Padre; sólo así su interior se renueva y hay fiesta en su corazón y en el cielo. ¡Cómo experimentarían la liberación y el descanso del corazón muchos hombres y mujeres, alejados de Dios! El sacramento de la Penitencia es un misterio de misericordia, de perdón, de esperanza y de amor. La Cuaresma que comienza es un momento ideal para experimentar la misericordia de un Dios que perdona y desea para todos la felicidad y la salvación.

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