Opinión

El azaroso paso del Estrecho

Aún tengo en la retina las impactantes imágenes fantasmagóricas de la larga hilera de inmigrantes bajando por las laderas del monte Gurugú en Marruecos, sin luz apenas, difundidas por las televisiones.

Muestran el punto de partida del azaroso paso del Estrecho para alcanzar la costa española y poner pie en el continente europeo. Imposible de contener este éxodo espoleado por el hambre; potentes y sofisticadas vallas, alambradas y cuchillas -llamadas estúpidamente "concertinas" por su forma- no logran atajarlo.


Junto con Melilla, Ceuta siempre tuvo un carácter singular. De plazas de soberanía españolas en el norte de África las dos pasaron a ser ciudades autónomas desde 1995, ambas de población similar aunque no de superficie, contando hoy en día cada una con más de 83.000 habitantes y un nivel de vida próximo al español, que las convierte en excepcionales y privilegiadas en la región. Ceuta es uno de los lugares desde los que los inmigrantes africanos dan el salto al Viejo Continente, considerado éste como un eldorado para la famélica legión de subsaharianos que huyen de la miseria a la desesperada, en busca de una vida mejor. En efecto, se calcula que unos 30.000 jóvenes norteafricanos están a la espera, escondidos en los montes de Marruecos para poder pasar clandestinamente a la Unión Europea. Según la estadística, en 2013 hubo más de 4.100 personas provenientes de África que accedieron de forma irregular a las dos ciudades autónomas las cuales representan, en vida y costumbres, la última frontera sur de Europa.

TRAVESÍA PELIGROSA


El brazo de mar que separa a ambos continentes se ha convertido en la actualidad en una travesía extremadamente peligrosa en la que acaban de perecer ahogados 16 jóvenes que pugnaban por ganar a nado la playa del Tarajal en Ceuta. Esta vez el infortunio de la inmigración se dobla además con una polémica que abre las carnes: ¿tiró la Guardia Civil balas de goma contra los inmigrantes para disuadirlos y para que sirviera de escarmiento a nuevos intentos de asalto masivo como el recientemente ocurrido? La duda ofende pero en aras de los derechos humanos ha de ser aclarada.


Según informan los medios de comunicación, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, compareció a petición propia en el Congreso de los Diputados para informar sobre el incidente polémico del 6 de febrero pasado y sostuvo que la Guardia Civil sólo disparó al agua para asustar, nunca contra personas y como prueba dijo que pasaron 23 inmigrantes que fueron inmediatamente retornados a Marruecos.


No obstante, al mismo tiempo dejó consignado, como no podía ser de otra manera, que es una "gran tragedia humana" la muerte de los jóvenes subsaharianos.


Por su parte, el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba exige una investigación que esclarezca lo sucedido. Y la Comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, pide al Gobierno español información sobre el uso de balas de goma por parte de la Guardia Civil para evitar que los inmigrantes llegaran a nado a Ceuta, información que ya está en marcha según el miembro del Gobierno. Tal es el relato desnudo de los hechos aún no aclarados del todo.


La inmigración irregular en Europa, un fenómeno que va en aumento, ha motivado una reunión en París de ministros del Interior de Francia, Portugal, España y Marruecos, conscientes de la gravedad del problema. Fernández Díaz propuso al ministro del Interior de Marruecos, Mohamed Hassad, establecer un mecanismo ordinario para proceder a la inmediata devolución de quienes irrumpan de forma ilegal en Ceuta y Melilla. La fortaleza Europa trata de cerrarse. Pero la presión migratoria es tenaz y la llamada de la Unión Europea como continente refugio para los desamparados, fuerte. Ahora bien Bruselas debería implicarse más en estos asuntos y aplicar políticas destinadas a combatir las causas de la migración fomentando el desarrollo de los países africanos, de otra forma el problema continuará.

AVALANCHA INCESANTE


Cegadas desde hace tiempo otras vías, como la de Canarias, Ceuta y Melilla se han convertido actualmente en las puertas de salida del continente africano para emigrantes ilegales, Marruecos y España colaboran para contener el flujo migratorio, empeño vano porque es como ponerle puertas al campo ya que resulta incesante la avalancha de los llamados subsaharianos, neologismo con el que se designa a los inmigrantes sin papeles procedentes de Nigeria, Camerún Senegal, Mauritania, Togo, Mali o Costa de Marfil, que pierden adrede sus documentos de identidad al pisar tierra europea para que no los devuelvan a sus países de origen.


Las mafias de traficantes de hombres llevan una contabilidad fría e inhumana cada vez más cara: las redes criminales suelen cobrar entre 1.000 y 1.200 euros por el paso del Estrecho, tarifa que alcanza para los pudientes los 3.000 euros por un pasaje en lancha rápida y los 6.000 si incluyen pasaportes falsos. Llegan a España  en embarcaciones de todo tipo, escondidos en coches de doble fondo, en avión, los precios del pasaje son diversos. Pero muchos no tienen donde caerse muertos y se abalanzan a las altas vallas que rodean a Ceuta y Melilla para dar el salto con riesgo de sus vidas. Todo ello prueba su desesperación, encoge el ánimo y no tiene visos de acabar. Esta semana se ha desbaratado un nuevo asalto y eso aunque estemos en invierno, con el buen tiempo arreciarán los intentos.
Esto sucede en la parte occidental del Mediterráneo, en la parte oriental, idem de idem. Al tiempo que se producía la avalancha de Ceuta, las fuerzas de seguridad italianas rescataban a 1.123 inmigrantes subsaharianos que navegaban en embarcaciones de fortuna, consiguiendo en la presente ocasión evitar una tragedia cierta como la que se produjo en octubre pasado cuando 339 inmigrantes perecieron ahogados en el Mediterráneo cerca de la isla de Lampedusa y otros naufragios similares.


Una cita nostálgica. En 1961, Franz Fanon publicó "Les dammnés de la terre" (Los condenados de la tierra), libro famoso prologado por Jean Paul Sartre, que quedó como una alegoría de la rebeldía contra las injusticias sociales y contra el destino aciago de los explotados. Los nuevos condenados de la tierra son hoy en día los inmigrantes africanos.

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