Opinión

Galicia, a pesar de todos

Hoy se celebra el día de Galicia. Y sigue siendo una tierra mágica a pesar de todos. Ya se ha dicho en esta columna que hemos dado hombres de Estado, pero no hemos sido capaces de hacer Estado desde Galicia. Los catalanes lo tienen muy claro: a esa poza madrileña van a trabajar los empleados, que los que mandan están más felices levantando el teléfono desde Castelldefels para dar las indicaciones. Galicia nos sobrevirá a todos, como el gallego. Ni Núñez Feijóo tendrá la culpa de que se hable menos ni el nacionalismo podrá fardar porque se hable más. Somos galegos e falamos galego cando nos peta. E o falamos máis que cataláns ou vascos porque si, alleos a grandes titulares porque somos un pobo que colonizou o mundo sen andar con reviravoltas. Donde está un gallego, machiño, se nota. El único problema es que cada vez somos menos o nos hemos ido dejando a monte esta tierra de aristas y de artistas.

No tenemos nada que envidiar, sólo necesitamos creernos que somos la repera como hicieron nuestros antepasados. Cuando el mundo estaba aprendiendo a pescar nosotros fuimos a por el Alfonsino a 1.500 metros de profundidad porque somos la tierra del mar o el sitio donde el mar se encuentra con la tierra. Los catalanes nos enseñaron la conserva y nos convertimos en potencia mundial porque a empeño no hay pueblo que nos gane. Entre la Toscana y Ourense la diferencia es un buena campaña de publicidad. Y esta Galicia que hoy celebra su día tiene que saber que cuenta con unos recursos naturales y una posición en el mundo privilegiada. Sólo necesita que la mano derecha y la izquierda tiren de la misma cuerda tanto en el Congreso como en el Parlamento europeo para que no nos sigan chuleando con normativas que nos dejan fuera de juego y favorecen a otros pueblos con menos recursos e ideas. Tenemos mar y rías, tenemos tierra, tenemos viento, sabemos hacer barcos, somos capaces de hacer cine si lo volvemos a intentar, somos audaces y atrevidos. ¿Se necesita algo más? Sí, necesitamos a gente que crea en su tierra porque, como decía Jesús do Carrilo, "hasta para nacer can hai que ter sorte". Y tenemos la puñetera chiripa de haber nacido en un rincón en el que el mundo acaba y el más allá principia. Es Galicia, a pesar de todos.

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