¿Y tienes la idea? Pues entonces ten el coraje, la gallardía, el valor, la valentía, el arrojo e, incluso, si me permites, hasta un poco la inconsciencia de convertir tu proyecto en realidad.
Hoy quiero decirte que una persona que se decide a emprender es aquélla que percibe todo lo que pasa a su alrededor y es consciente de que quizás siempre hay otra manera distinta de realizar las cosas.
También hoy te diría que una persona que se decide a emprender es la que está dispuesta a asumir su propia libertad, a entender que podemos provocar prácticamente todo lo que nos ocurre con nuestras acciones y con nuestras decisiones, sin esperar a que sean otras personas las que decidan por nosotros.
Por supuesto, una persona emprendedora es la que decide arriesgarse sin temor a perder, porque entiende que el gran fracaso precisamente es no haber intentado realizar ese sueño que lleva rondando su cabeza desde hace tanto tiempo.
Pero querido amigo, querida amiga, si decidimos emprender debemos tener claro que si queremos que confíen en nosotros, antes debemos confiar en nosotros mismos, porque es difícil vender nuestros proyectos y nuestras ilusiones e intentar que nos sigan si nosotros mismos no compramos esos sueños.
Y ten claro que una persona emprendedora rara vez tiene algo seguro, sobre todo en esos inicios tan duros que todos vivimos al construir un proyecto; por eso, acostúmbrate a gestionar ese momento de dudas e incertidumbres que te asaltarán cada día. Y te diría más: no solo acostúmbrate, sino que disfruta con esas situaciones en las que nos enfrentamos a lo desconocido, porque así será tu vida durante un tiempo.
Eso sí, si hoy quieres emprender, si realmente quieres embarcarte en esa aventura de mares inciertos y territorios por descubrir, si quieres realmente triunfar, has de saber que te tocará ser diferente, porque si haces lo mismo que los demás, conseguirás los mismos resultados que los demás, con la diferencia de que los demás ya te llevan ventaja por haberlo hecho antes. Así que hacer lo mismo que los demás es equivalente a ser menos.
¿Y tienes la idea? Pues entonces ten el coraje, la gallardía, el valor, la valentía, el arrojo e, incluso, si me permites, hasta un poco la inconsciencia de convertir tu proyecto en realidad. Acuérdate de que la diferencia entre un emprendedor y alguien que no emprende es que el primero pone su idea en marcha.
Y permíteme que te diga una cosa más: emprender tiene mucho de razonamiento, de cognición, de pensamiento y de “materia gris”, pero no olvides que en determinados momentos el corazón tiene razones que la propia razón desconoce y que la intuición, en según qué situaciones juega un papel importante. Te diría que nunca te embarques en algo que sea importante si tu intuición te dice que algo no funcionará.
Y aún te diría otra cosa más: conozco muy pocos casos de emprendedores y emprendedoras en los que el triunfo les haya acompañado desde el principio. Es más, la realidad, la dura y cruda realidad nos indica que los inicios suelen ser muy inquietantes, que la cantidad de errores que se cometen en ese empezar a andar son innumerables y que ese madurar como emprendedores consiste en tropezar cada día para volverse a levantar al día siguiente (cómo me gusta esa frase del gran Paco Umbral)
¿Aún tienes alguna duda? Pues mira. Un emprendedor, una emprendedora, cuando inicia la aventura de emprender, tarde o temprano, más temprano que tarde, aprenderá dos cosas: que sus límites de actuación son más altos de los que tú habías imaginado en un principio y que la palabra imposible no existe en el vocabulario de un emprendedor de vocación.
Querido amigo, querida amiga, me encantaría decirte que todos estos conceptos los creé yo, pero en esta ocasión he decirte que estos pensamientos son de Lofti El Gandhouri y me han acompañado a mí y a todos los emprendedores a los que he ayudado a crear su negocio o a redefinirlo. Y te diría una cosa más: FUNCIONAN.
Así que déjame que te diga una cosa más: ¿Y SI TE ATREVES?
