En primera persona: Yo fui conejillo de indias

HOSPITAL
photo_camera La experiencia de ser conejillo de indias.

María Teresa Conde, una gallega de 45 años, asegura que en su pensamiento predominaba la idea de que la experiencia le iba a ayudar a "pelear más" por salvar su enfermedad

La idea de ser "conejillo de indias" es una de las principales inquietudes a la que se enfrentan los voluntarios antes de participar en un ensayo clínico, reconocen algunos pacientes que han vivido en primera persona esa experiencia.

No obstante, cada vez está calando más la idea de que para poder disponer de nuevos tratamientos hay que investigar, a lo que contribuyen de manera importante las asociaciones de pacientes.

"Conejillo de indias es una expresión que escucho mucho entre los enfermos a los que les proponen entrar en un ensayo, aunque yo la verdad no me sentí así", asegura María Teresa Conde, veterana en estas lides tras participar en dos investigaciones.

Esta gallega de 45 años insiste en que ella no tuvo sensación de "cobaya humana" y que en su pensamiento predominaba la idea de que la experiencia le iba a ayudar a "pelear más" por salvar su enfermedad.

Diagnosticada de artritis reumatoide a los 31 años, con fuertes dolores articulares, en 15 días llegó a no poder moverse, levantarse de la cama o realizar cualquier actividad de la vida diaria.

Y fue cuando su reumatólogo le habló de la posibilidad de entrar en un ensayo en el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, que estaba probando un nuevo fármaco.

Era un ensayo doble ciego, que significa que ni el paciente ni el investigador saben si está recibiendo el tratamiento o el placebo, y se encontraba ya en la fase final.

"Me explicaron bien que en cualquier momento podía dejarlo sin tener que dar ninguna explicación" y, además, le dieron tiempo para pensarlo, asegura María Teresa, que pertenece a la asociación Artrite Santiago.

Tras consultar con su familia y escuchar "un poco de todo", no le costó mucho decidirse, aunque reconoce que "siempre hay un poco de miedo, porque vas a probar algo que aún no está aprobado". ¿El principal temor?, los efectos secundarios, pero también que el fármaco no funcione.

Y eso fue lo que ocurrió, aunque el medicamento se comercializó y ha aportado beneficios a otras personas.

Dos años después repitió. En este caso se trataba de probar la eficacia en la artritis reumatoide de un fármaco ya aprobado para otras indicaciones, como los linfomas.

Después de estas dos experiencias, María Teresa no duda en animar a otros pacientes, siempre que sea "con toda la información, la vigilancia y controles que yo tuve".

Existe la percepción de que se investiga para los pacientes pero no con los pacientes, una filosofía que está cambiando para intentar que éstos tengan cada vez más voz y su actitud no sea la de fiarse exclusivamente de lo que diga su médico, señala José Antonio Sacristán, director médico de la farmacéutica Lilly en España.

Contar con ellos a la hora de identificar el objetivo de las investigaciones, asegurarles una información adecuada y entendible, incluirles en los comités de ética y facilitarles el resultado de los ensayos una vez finalizados son algunos de los aspectos que ya se empiezan a tener en cuenta.

"Se trata de normalizar la investigación, que se entienda que sin ella y sin ensayos clínicos no hay progreso, que si hoy tenemos los fármacos que tenemos es porque hace años hubo pacientes que estuvieron dispuestos a participar", asegura el doctor.

Algo que sí tienen muy presente los afectados por enfermedades raras. Entre estos pacientes hay pocas o ninguna reticencia a los ensayos.

Al contrario, "están deseando porque no tienen nada que perder. Nuestra enfermedad nos mata en un tiempo de espacio corto", explica Carmen Sever, vicepresidenta de ELA (Asociación Europea contra las Leucodistrofias) España.

En el año 2000 su hija Lucía, de 5 años, entró en un ensayo preclínico en el Hospital San Rafael de Milán que tenía como objetivo conseguir una terapia génica para la leucodistrofia metacromática, enfermedad de la que había sido diagnosticada apenas un mes antes de su tercer cumpleaños.

Desgraciadamente, la niña no pudo participar en los ensayos clínicos a los que dio lugar esta investigación. Ya había fallecido, aunque tampoco cumplía ninguno de los requisitos de inclusión: la enfermedad ya estaba muy avanzada y le impedía andar, hablar, comer por sí misma o aguantar la cabeza.

¿No tienen estos pacientes la sensación de ser conejillos de indias?. Sí la tienen, responde Carmen, "pero les da igual, porque les va la vida en ello".

"Tienen la sensación de que están investigando con ellos, pero no les importa por el beneficio que pueden obtener tanto personal como para los que pueden venir detrás", asegura.

De hecho, los padres de niños con este tipo de enfermedades degenerativas se sienten "felices" cuando se les comunica que sus hijos van a formar parte de un ensayo, aun sabiendo que puede funcionar o no, "porque es la única opción de vida que tienen".

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