LA REVISTA

Un viaje por la Galicia furancheira de vinos, tapas y loureiros

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photo_camera Con un magnolio del siglo XVIII se encuentra Reboraina, en Redondela. Un furancho singular con vino supervisado por una conocida enóloga.

Tienen una larga historia tras de sí, en la que tres meses al año cuelgan una rama de laurel a la puerta de su casa y ofrecen el vino que les sobra antes de que llegue la nueva cosecha. Son los furanchos

furancho es un término que todavía no está reconocido por el diccionario de la Real Academia, pese a que tiene más historia que zapear, tuit, batukada, y desde luego es más ortodoxo que "almóndiga" o "privacidad". Si Darío Villanueva fuese originario de Cangas en vez de Vilalba, sabría que furancho viene de furo ancho, el agujero que se hace en el barril, pipo o pipote para colocarle un grifo con el que extraer el vino que tiene dentro.

Es sinónimo de una palabra muy gallega: "abillar", un poco abandonada desde que las cubas de acero inoxidable fueron desplazando a los depósitos de madera de carballo o de castaño que son las tradicionales en las antiguas bodegas gallegas. ¿Qué es un furancho? una casa particular que se abre al público para vender el excedente de vino. Una actividad que suele repetirse cada año durante uno, dos o tres meses. El furancho avisa de su existencia con una rama de laural colgada en el poste más cercano a su puerta. De ahí que también se les conozca como "loureiros".

Los furanchos se circunscriben a poco más de una veintena de municipios de Galicia, casi todos ellos en la provincia de Pontevedra con la excepción del entorno de Betanzos, donde también tienen una larga tradición.

Originariamente los "clientes" llevaban la merienda desde casa. Actuaban como merenderos circunstanciales en los que los usuarios se proveían del vino que el dueño ponía en venta. Hoy complementan la venta del vino con una cocina casera desde la que elaboran cinco o seis tapas distintas.

Hay más de trescientos furanchos, la mayoría se encuentran en la zona de Cambados, Ribadumia y Sanxenxo, el valle del Salnés, Morrazo, Redondela, Mos, Gondomar y Vigo. Tal es el éxito que tienen que incluso existen aplicaciones para smartphone y páginas en internet con las que localizar los más concurridos.

Acusados por los hosteleros de todo el año de realizarles competencia desleal, la actividad furancheira está actualmente regulada por la Xunta: desde el registro obligatorio de las viñas y los depósitos de vino que ponen a la venta, el período y tiempo máximo de apertura, el horario y hasta la lista de tapas que pueden ofrecer a sus clientes.

En general, todos tienen en común el carácter casero tanto de los vinos como de las viandas. Y en la mayoría suelen ser mejores las segundas que los primeros. El vino tinto tiene más salida que el blanco. En caso de ser malo siempre se puede arreglar con una buena gaseosa. Pero hay de todo: desde los que se toman muy en serio el concepto de excedente y ponen a disposición del público de un vino bastante regulero, hasta los que miman las viñas y la elaboración del vino como si de una bodega de colleiteiro se tratase. En los tintos los mejores están hechos con Caíño, Espadeiro y Sousón y en los blancos, encontraremos condados en la zona de Salvaterra y albariños por tierras de Redondela, O Morrazo y por supuesto, en O Salnés.

Seis euros por persona

Tortilla, oreja, morro, costilla en churrasco, empanada, zorza, calamares, tablas de embutidos y quesos, pimientos de Padrón... La Xunta permite cinco de las once especialidades autorizadas, pero algunas son tan abiertas que dan pie a hacer variaciones con lo que la oferta se incrementa. La tortilla es la reina del furancho, junto con los pimientos de Padrón. Entre 18 y 20 euros dan para tres tazas de vino, o una jarra, una buena tortilla y dos tapas más, cantidad suficiente para salir del local satisfecho. Es un negocio familiar en el que el cosechero se pone al frente de los barriles mientras esposa, hijos y demás parientes atienden la cocina y las mesas de los clientes. Son mesas largas en las que se comparte el mantel de hule con el vecino de mesa.

La legislación permite la apertura de los furanchos entre el 1 de diciembre al 30 de junio, con la posibilidad de ampliar el plazo un mes más. Pero solo pueden abrir mientras tengan vino propio y como máximo tres meses.

A la vista del éxito como negocio temporal, algunos furanchos se han reconvertido en establecimientos hostelero, de manera que manteniendo la misma línea de producto, abre todo el año. No todos los que dieron el salto sobrevivieron al cambio. Nada es igual cuando se pasa de furancho a taberna .

Los más activos y mejor organizados se encuentran en O Morrazo, donde pelean por conseguir una IGP con sus vinos blancos y tintos, especialmente en Vilaboa, y en Redondela, tal vez el municipio gallego con más furanchos abiertos en la actualidad. A partir de fin de mes, comienzan a desaparecer las ramas de loureiro hasta que llega el 31 de julio el cierre definitivo hasta el año que viene, en que tendrán una nueva cosecha que vender.

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