Ourense, 1570: La espada de su marido acaba con la vida de Bárbara de Carranza

photo_camera Extracto del documento original del notario Fernández Pérez de Lemos sobre el suceso.

Sobre unas tablas de la plaza pública, Alonso de Piñeiro ejecuta a su esposa y asesina "con furia" a su amante en presencia de nobles provinciales y frailes de San Francisco.

La hija del canónigo Carranza, Bárbara de Carranza, murió sin velo y sin clemencia en un cadalso de una plaza en el Ourense de 1570. Su marido, Alonso de Piñeiro, la mató en presencia de unos cuantos frailes de San Francisco, dos alguaciles de la Audiencia Real y un solicitador del Conde de Monterrei. Presos encima de las tablas de madera, la hija del canónigo y su amante, un tal Villafranca, sirvieron la vida a la espada de Piñeiro acusados de adulterio. Primero la mató a ella, después a él. Era la víspera del "señor San Marco", una tarde del lunes 24 de abril.

Los Protocolos notariales de Fernán Pérez de Lemos dan testimonio de la violencia conyugal del XVI, un "trágico y violento suceso" apoyadas por la interpretación strictu sensu de las Leyes de Toro (1505): el esposo puede dar muerte a su mujer "no por rencor, sino por justicia". Así hizo en Alonso de Piñeiro, se abalanzó "con furia sobre el hombre que había su robado su celo "dos veces" después de muerto.

Fronda, el boletín del Archivo Histórico Provincial de Ourense recuperó en octubre de 2011 la historia de Bárbara de Carranza, enterrada en el monasterio de San Francisco. Recuperó la espada envainada de Piñeiro con la sangre de Villafranca, los grilletes del ajusticiado redoblando en las maderas del cadalso y la pena que el juez de la ciudad, Ares de Prado, le impuso al verdugo. 

El delito de adulterio

Los "ayuntamientos carnales" fuera del matrimonio estaba penados hasta anteayer, hasta 1978. No había mayor desprecio contra la moral que la "ofensa" contra el marido, acto sexual mediante. Tal y como señala el texto del Arquivo, la Biblia dispone: "Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, hombre y mujer adúlteros serán castigados con la muerte" (Levítico, 20, 10). Pero no al revés: la mujer no podía infligir castigo a su esposo.

La pena de muerte se convirtió en derecho en la edad Media. Si un hombre encontraba por sorpresa a su mujer con otro hombre, la ley amparaba el crimen. En todo caso, también podía asesinar a su mujer después, a cambio de no quedarse con la herencia.

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