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El crimen de la Burga

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photo_camera A finales de los 50, Augusto Pacheco fotografió el lugar donde se produjo el asesinato. El edificio de la izquierda era Burgas,14.

Fue el asesinato que más expectación levanto entre la ciudadanía ourensana, en el que se vio involucrada una familia dedicada a la panadería y muy conocida de las clases trabajadoras

En la crónica negra ourensana, el capítulo de asesinatos no es el más extenso, pero no nos libra ese dato de haber sufrido episodios por el estilo.

Sin duda el que más repercusión mediática tuvo a nivel nacional fue el ya recogido en estas páginas conocido como "el asesinato del Federal", más conocido por "el caso del Marracú". De importancia, aunque muy lejano en el tiempo, fue el asesinato del obispo Francisco Alfonso en 1419, cuando se le arrojó al pozo Maimón en el río Miño pereciendo ahogado (otro día lo comentaremos). Sin embargo fue otro el que más expectación levanto entre la ciudadanía ourensana, en el que se vio involucrada una familia dedicada a la panadería y muy conocida de las clases trabajadoras. Se trata del crimen de la Burga.

El día 31 de mayo de 1904, José Fernández asestó varias puñaladas a su hermano causándole la muerte y al mismo tiempo hirió de gravedad a su cuñada que había acudido en defensa de su marido.

El relato de los hechos exige retroceder en el tiempo varios años, hasta el momento en que los dos hermanos se enfrentan supuestamente a causa de una mujer. José la rondaba con intenciones de matrimonio y Antonio pensaba que no era la mujer apropiada para su hermano. Desde ese momento las discusiones y peleas eran cada vez más frecuentes y violentas, implicando a toda la familia. Otro momento crítico ocurrió en noviembre de 1903, cuando Antonio contrajo matrimonio con una joven en la que José también se había fijado.

Al poco tiempo se encontraron los hermanos frente a frente en el puente de la Burga y Antonio le disparo cuatro tiros a José. Por fortuna, o quizás de manera intencionada, no hubo que lamentar más que pequeñas lesiones.

En los días previos al suceso, parece ser que Antonio había maltratado a su madre llegando a amenazarla con una navaja, motivo por el cual las posiciones se habían recrudecido hasta el punto de que a pesar de compartir vivienda en el mismo edificio de la panadería (Burgas, 14), intentaban no verse, procurando cada uno servirse del horno de manera particular con toda la conflictividad que ello conllevaba. El día de autos, José había visitado a varios proveedores de harina para indicarles que no sirvieran el producto a su hermano, lo que según José fue la causa de la pelea en la que el primero en ser agredido había sido él.

La verdad, según los testimonios y pruebas obtenidas por los investigadores, fue otra: parece ser que José entró en el cuarto donde descansaba su hermano y sin mediar palabra le asestó varias puñaladas, siendo al menos dos de ellas mortales de necesidad al atravesarle el corazón. En ese momento fue descubierto por su cuñada, a la que también apuñaló, aunque por fortuna ésta consiguió salvar la vida. Acto seguido, el asesino escapó y se escondió en un galpón propiedad de la familia, sito en una finca próxima al puente Pelamios, donde le descubrió al poco tiempo la autoridad procediendo a su detención.

Don Vicente Fernández y su señora, Carmen Méndez, eran de sobras conocidos en la ciudad por ser propietarios de una tahona de las varias que al reclamo del agua de caliente se habían instalado en la bajada de las Burgas (hasta cuatro se contabilizan en la calle). Gente trabajadora y generosa con sus vecinos, gozaban del respeto y amistad de todo el barrio, motivo por el que la única explicación válida es la de los celos o envidias entre hermanos.

En el juicio quedó probada la culpabilidad de José como autor del asesinato de su hermano y las lesiones que le produjo a su cuñada. La pena que se solicitaba en un principio era de muerte, aunque finalmente se le condenó a cadena perpetua.

Al hilo de la investigación y las noticias posteriores, resultó comprobado que el carácter de José no era precisamente apacible, y así, al poco de conocer la sentencia y estando aún pendiente de recursos, agredió a otro preso en la cárcel de la ciudad, decidiéndose su traslado a la cárcel de Melilla, en donde se supone terminó sus días.

En aquel año de 1904 las tertulias y corrillos dejaron de lado todos los chismes y cotilleos, centrándose de manera exclusiva en "el crimen de la Burga".

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