EN OURENSE

¿Otro circo de Los Muchachos?

OURECIR
photo_camera A pesar de las circunstancias, en Benposta se siguen haciendo juegos de equilibrio.

El Circo de los Muchachos predicó su mensaje y su arte por el mundo; por él pasaron infinidad de chicos de la calle, entre ellos, un destacado equilibrista, Mustafa Danguir. Siempre que vuelve sueña con levantar el circo

El 4 de febrero del 2017, una borrasca de 48 horas atravesó la provincia, desplomó árboles, levantó cubiertas y hasta un invernadero saltó por los aires. El suministro eléctrico falló, en algunos puntos no se repuso en días, se tuvo que recurrir a grupos electrógenos individuales. Sobre Benposta (Seixalbo), también; las ramas de un imponente eucalipto se avalanzaron sobre la torre -independiente- de la capilla y esta se desplazó a su vez como un naipe en ferrería, encajándose entre el propio tronco del árbol y el tejado. Retirar tanta leña no sería fácil, reponerse del susto tampoco. En el vértice del tejado de la capilla figuraba entonces inerte una estrella de ocho puntas a modo de mensaje navideño; de la fachada lo más llamativo es la puerta, un entramado constructivo y simbólico de piezas encajadas de ferrería surgida en tiempo de los propios talleres de La Ciudad de los Muchachos; el mensaje, como  no podía ser otro modo, es cristiano. 

Desde muchos puntos de la ciudad, en una de las laderas del monte a la altura de Seixalbo, se vislumbra en la distancia un extraño globo entre un paisaje de foresta, salpicado de casas y naves industriales, El poliedro, como se le conoce, tiene su propia historia muy viajada, empezando porque fue construido -años 50 del siglo pasado- para proyectar de manera itinerante, entonces un novedoso sistema de proyección -comercializado como Cinerama- de tres proyectores al unísono sobre la misma pantalla; “¡La atracción más espectacular del mundo!”, rezaba la publicidad en la época; la carpa viajó por media España entre los años 1967 y 1972, proyectando el novedoso sistema, algo inconcebible en las salas estáticas.

 Su autor fue un interesante arquitecto -una cúpula similar preside el Museo Figueres- especialista en “estructuras móviles y desplegables”, Emilio Pérez Piñero, que falleció en 1972 en accidente de tráfico cuando regresaba de recoger un galardón. Fue el padre Silva quien adquirió la construcción, de porte futurista, para el Circo de los Muchachos cuando la novedad entró en declive. 


Referente internacional


El poliedro sería durante varias décadas, la base móvil de un exitoso circo que recorrió el mundo con su particular mensaje político-religioso, ejemplo ilustrado del proyecto educativo autogestionado por y para niños en precariedad vital captados primero en España y más tarde en países subceptibles de bolsas de pobreza donde el cura Jesús Silva entablaba relación. Con el tiempo, La Ciudad de los Muchachos se extendería a otras ciudades como Madrid, incluso países, Venezuela o Colombia, donde persiste.

Hoy el circo ya no existe, se cerró en 2002, dejó de girar poco a poco; pero conviene recordar que en los años 70 y 80 fue una auténtica revolución, pionero en el circo sin animales, con actuaciones memorables que los benposteños siempre citan, la del Gran Palais de París o en el Madison Square Garden de Nueva York, así como giras mundiales que recalaron en Asia o Australia; un circo ideológico y político, con un mensaje, cristiano, que quizás por ello pudo medrar y presumir de instituciones “democráticas” en pleno franquismo, y , a su vez, en vertiente más social presentar al Padre Silva en la televisión venezolana como un circo socialista con Hugo Chávez de iluminado telepredicador. 

El circo se paró como hemos indicado en el 2002, también la memorable escuela del circo que primero los formaba y luego se nutría de ellos; las famosas pirámides de arlequines, en las que los más fuertes se hacían cargo sobre sus hombros de los más débiles para rematar todo con el “niño rey” en la cúspide, se harían muy populares, también su mensaje. A partir de los 70, en Benposta, en un modelo educativo novedoso para la época e integrador a nivel laboral, se formarían miles de chicos que quedarían de por vida ligados emocionalmente a un proyecto brillante.

Durante años, la notable gesta del fundador de Benposta, era un mundo paralelo lleno de jóvenes multi razas, que desde la carretera que une Ourense y el Cumial se percibía como un mundo aparte. Los únicos contactos eran las cita anuales con el circo, auspiciadas por el ente provincial, o las soflamas telepredicadoras de un padre Silva fuera de sí a través de su propio canal de televisión.

El cura murió en 2011, su proyecto por desgracia mucho antes. Su modelo educativo se cerró en 2004, por la brava y sobre la finca donde se proyectaba la Ciudad de Los Muchachos se generó una batalla hostil y desmoralizante entre las partes -Aibem, Fundación Benposta- que arruinaría en pocos años un legado digno de persistir. La histórica deuda con la seguridad social se saldaría con el embargo de la finca, y su posterior subasta y venta, a un precio muy por debajo de su valor de tasación.


Proyectos y deseos


En domingo, a la misma hora en la que el Seixalbo y el Taboadela se juegan el ascenso, varios niños corretean con un balón, incluso uno, que asume propiedad, amenaza con llevárselo, como en la vida misma; desde Benposta se escuchan los gritos de la afición. Al margen de litigios, resoluciones judiciales, en Benposta todo aparentemente está en su sitio, no queda nada del bullicio de otrora pero siguen residiendo benposteños. Las edificaciones a duras penas resisten en pie, se percibe actividad pero el abandono ha hecho mella, es como si ellos también estuvieran sumidos en su propio limbo. Dentro del poliedro, toca ensayo, no deja de ser algo mágico, casi una ensoñación. De vez en cuando ráfagas de viento agitan la lona desvencijada por sus grandes agujeros, como si quisieran llamar la atención o decir algo. Entre ellos hablan en árabe, sonidos con ecos, casi acuosos. Una pareja de visitantes mira desde la puerta: “Pueden pasar si quieren, y ensayar también”; sin embargo, no se atreven a dar un paso”


Mustafa Danguir, el funambulista que se atrevió a cruzar el Santiago Bernabeucircus20180527_1884_result


Mustafa Danguir siempre que regresa a Benposta posiciona su gigantesca autocaravana en la parte alta, también su coche muy americano. Está de paso, siempre lo está; hace poco actuó en Moscú y al día siguiente partirá hacia Úbeda, donde tiene un espectáculo en la plaza de toros. Durante siete años, ejerció de funambulista en el Ringling Brothers Circus hasta que éste bajó el telón. 

Sobra decir que Mustafá es marroquí, uno de aquellos siete chicos que en el año 89 reclutó el padre Silva en las playas de Tánger, pero si hablas con él es como si detrás de su agilidad verbal, acentos cruzados y voces libres, persistiera vivo el mensaje del cura, al que todo son loas, emoción y cariño; alg o común en muchos benposteños. “Marruecos en los 80 era un país sin futuro; yo, también, un niño sin futuro; nosotros hacíamos acrobacias en la playa y el cura se fijó en mí”, dice. Lleva sobre sus hombros a Amir, su hijo; al niño le gusta tanto las alturas que cuando lo baja es un lloro tras otro. Su mujer, Anna, es de Uzbekistan, funambulista como él; es musulmana, y dice que en su pueblo donde muchos practican el funambulismo y una vez al año hay un festival, “esa es la manera de estar cerca de Dios”.

“Benposta ha sido una etapa de mi vida, la más bonita”, y mira al circo, y a su cúpula desvencijada, con nostalgia y rabia, por no haber podido mantener el proyecto.

 Lo repetirá varias veces a lo largo de la tarde, pero asume que no va a poder ser. ¿Por qué? “Durante años -dice- estuvimos esperando a que viviera la Seguridad Social a llevárselo¨, cuando se podía fragmentar pagos”. “Los mayores se acomodaron, al morir el padre Silva fue como una caída al vacío”. Lo dice alguien que trabaja sin red a nueve metros de altura, que ha cruzado el Bernabeu sobre el alambre o Benidorm en moto a 150 metros de altura. Benposta supera el más dificil todavía, lo que “hizo un hombre en una vida en favor de la gente necesitada”, parece no haber encontrado en estos años el necesario punto de equilibrio. 

Al caer la tarde Mustafa apunta con su añorada escuela en dirección Maruecos. Es lo que tienen los sueños. 

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