OURENSE

Paseo por la Praza Maior

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photo_camera La Praza Maior, en una antigua imagen tomada hacia el año 1900.

Sus piedras inclinadas han sido testigos mudos de la historia auriense.

Sus piedras inclinadas han sido testigos mudos de la historia auriense. Intentar recuperar las vidas que por ella han pasado sería objeto de un libro; sirva de avanzadilla este pequeño "recuento" de usos y usuarios. El ejemplarizante uso del Pelouriño, los primeros festejos taurinos, un asesinato (pobre Asunción), protestas políticas, actos religiosos e infinidad de conversaciones, amor, cultura, política, juegos... la vida de una ciudad. Sus soportales fueron en tiempos la milla de oro local, y amigablemente compartieron clientes un variado estilo de negocios. Los más repetidos fueron -¡cómo no! en una ciudad de moda como Ourense- los relacionados con la confección y calzado.

Sastrerías. Doña Constanza Suárez tenía abierta “La Confianza” en 1890, en el numero 16. Años después (1895) fue Don Serafín Feijoo quien decidió coger ese local antes de abrir la tienda en Lamas Carvajal, y finalmente la que muchos aún recuerdan en la actual Concordia. Todavía permanece en el recuerdo la tienda y fabrica de Severo Fernández “Sefer” en la esquina de doctor Marañón.

Camiserías, paqueterías. La de Benito Fernández Alonso, por la entidad y actividad cultural de su propietario, es una de las más recordadas. Otra de las que más perduraron en el tiempo fue la abierta por Demetrio Borrajo, después conocida como Confecciones Borrajo, sin olvidar la conocida como "de los Fermines", realmente abierta por Fermín García, probablemente el local más grande de la plaza, hoy sala de exposiciones de Afundación (Abanca). Sin olvidar a una antigua tienda de nombre muy frecuente en los finales del siglo XIX, “Las tres B” , situada en la esquina de la Gloria (Arcedianos), donde hoy esta una moderna yogurtería; la innovadora Almacenes Santa María, de los entrañables Manolo Outeiriño y Carmucha, y la recientemente desaparecida “Camisería Prieto”.

Zapaterías. Aún está en todas las memorias la célebre “Terra Gallega”, que durante tantos años gestionaron los hermanos Pereira (el hijo de uno de ellos aún continúa batallando entre zapatos y zapatillas, en doctor Marañón y la plaza de las Mercedes). Estuvo también en la plaza otra de un García, quien además de venderlos, se dedicaba a la fabricación. Parece que la calle de la Paz no daba cabida a toda la demanda que había de estos profesionales.

Pero realmente la variedad era notoria: tenían cabida hasta tres librerías, Álvarez, Cardero y Resvie (las ansias de cultura las hacían imprescindibles y rentables). Pero también la primera joyería-óptica, la superviviente "Casa de los Lentes" (Plaza Mayor, 18), que competía con la de don Indalecio Delage, dirigida durante un buen periodo de tiempo por su viuda en el número 12, situada en la esquina de las Tiendas, junto a la citada "Resvie".

Venta de artículos y ornamentos eclesiásticos y Santos, en la "Casa Riol", durante muchos años en manos de la viuda de Pedro Riol. Podemos hablar incluso de una carbonería, que según algún anuncio en prensa también distribuía "patatas en saco" (estaba entre "Las Tres B" y la "Camisería Prieto").

Ese local, el de Prieto, fue en tiempos una afamada panadería-pastelería, la de los Brasa, antecesores de una de las sagas más longevas de nuestra Auria. Es solo una casualidad que después de la pastelería, cite las famarcias que en la plaza ha habido (los que caemos en la tentación del dulce con excesiva frecuencia no tenemos más remedio que pasar con semejante cadencia a buscar remedios). Dos fueron las boticas de la plaza: la no hace muchos años trasladada de Pilar Fernández Barja, y la ya olvidada por el tiempo de Meruéndano (Plaza Mayor, 20), origen de una saga de farmacéuticos con presencia en Auria, Ribadavia, Vigo y la bella Baiona. (En la historia de la farmacia ourensana, está junto a la de Reinoso y la de Sánchez Toca -posteriormente del doctor León Oyarzun-, que en sus tres diferentes ubicaciones son probablemente las tres primeras boticas.) Siguiendo con el ramo sanitario, solo tengo constancia de la presencia del matrimonio Dainov, ella dentista, él protésico, en la polifacética casa de los Cisneros.

No es que lo sea, pero se podría incluso considerar exótica la existencia de una armería en la esquina de las escaleras de Santa María Madre. Fue la propietaria doña Protasia Calvo, para después pasar a ser de un empleado, quien la traslado a Lamas Carvajal, ¿recordáis la armería Pascual?

Durante un corto periodo de tiempo, pero también existió en la plaza una tienda de ultramarinos, la de Valencia, que utilizaba las depauperadas instalaciones de la entrada del antiguo palacio episcopal, antes de convertirse en... algún día volverá a ser Museo Arqueológico.

Las instalaciones donde la Sección Femenina impartía clases de cocina en las Escuelas del Hogar, estuvieron en la casa de los Cisneros. Allí mismo estuvieron las oficinas de la FET, y el colegio León XIII (parte de las instalaciones estaban en el edificio de al lado), dirigido por los hermanos Núñez de Couto, donde se contaba con la colaboración de varios profesores del instituto. Casi pegado estuvo el primer Conservatorio de Música de la ciudad, el que en 1957 fundó y dirigió un afamado Antonio Iglesias Álvarez.

Y finalmente, aun a sabiendas de que son muchos los datos que faltan en esta relación, no puedo dejar de citar algunos de los más importantes despachos de abogados que hubo en la ciudad (en diferentes épocas) y como cualquier bufete que se precie, buscaba el lugar más céntrico: los de Antonio Montero, el del abuelo de Don Ramón (Ramón Pedrayo Silva, decano del colegio), y el que tuve el privilegio de conocer, por ser amigo de la familia, José Pérez Ávila (también decano del colegio); referentes del mundo del derecho.

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