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Abusos sexuales a menores

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Pautas para proteger y cuidar a nuestras/os hijas/os

El tema de los abusos sexuales a menores (ASM) a pesar de ser visibilizado desde finales del siglo XIX de la mano de Sigmund Freud que defendió su existencia en el ámbito familiar, sigue siendo en la actualidad uno de los tipos de maltrato infantil que traspasa todas las culturas y clases sociales. Con este artículo no pretendo crear una alarma social pero sí dar una mayor cobertura a los ASM y poner en alerta a madres/padres y educadoras/es ya que es nuestra obligación, proteger y cuidar a nuestros/as pequeños/as. 

Los ASM

Para delimitar conceptualmente los ASM se identifican tres criterios: i) la asimetría de edad en la que el agresor/a debe ser significativamente mayor que la víctima; ii) las estrategias que el agresor/a pone en juego para someter a la víctima, utilizando la posición de poder/asimetría que tiene para interactuar sexualmente con el/a menor; y, iii) el tipo de conductas sexuales, considerándose que deben incluirse todas las formas manifiestas de conducta sexual con o sin contacto físico como el contacto anal, genital u oral, caricias sexuales, peticiones sexuales, pornografía o exhibicionismo. De forma que el ASM constituye un acto sexual impuesto a un/a menor que carece de desarrollo emocional, madurativo y cognoscitivo a la hora de consentirlo. 

En España se instruyen cada año aproximadamente 3.500 de denuncias por delitos de A.S.M. Estudios recientes evidencian que una de cada cinco mujeres y uno de cada diez hombres, ha sido víctima de ASM. Estos datos nos muestran que los A.S.M. constituye un problema de tal magnitud que se convierte en un factor de riesgo para la salud y el desarrollo infantil. 

Efectos

Mayoritariamente el abuso sexual provoca en las víctimas numerosas secuelas, a corto y a largo plazo que les afectan a nivel físico, psicológico y/o comportamental. Las consecuencias son diferentes si la relación sexual ha sido violenta y si el agresor es un familiar, un extraño u otro menor. Cuando los abusos son perpetrados por un familiar suele ser más traumático, ya que para el/a menor conlleva sentimientos contradictorios en cuanto a la confianza, la protección, y el apego que esperamos y sentimos hacia nuestros familiares.

En cuanto a las consecuencias de los ASM a nivel físico se puede destacar: problemas del sueño (sufrir pesadillas y terrores nocturnos); cambios en los hábitos de comida; pérdida del control de esfínteres, etc. A nivel psicológico, se puede manifestar: ataques de ansiedad, culpa y vergüenza; aislamiento y retraimiento social; y, miedo generalizado. A nivel conductual se pueden mencionar: relaciones familiares conflictivas, huidas del hogar, conductas autolesivas o suicidas, delincuencia, drogadicción, entre otras.

Identificación

Los/as niños/as que han sufrido ASM muestran a través de su comportamiento algunos de los indicadores mencionados anteriormente. Pero es importante tener en cuenta que no hay síntomas exclusivamente asociados a los ASM, con lo cual si detectamos que nuestro/a hijo/a o alumno/a sufre un cambio brusco en su conducta, debemos observar y descartar cualquier otra causa, antes de pensar en que es víctima de un abuso sexual.

Posibles síntomas asociados serían: sangrados genitales o anales, fisuras anales, moratones, dolor al sentarse o andar, práctica de conductas sexuales no apropiadas a su edad, fracaso escolar, aislamiento, relaciones conflictivas, agresividad, depresión, etc.

Cuando un/a niño/a sufre un abuso sexual si contamos con un clima de confianza y comunicación abierta seguramente nos lo terminará revelando. En el momento de la revelación del abuso sexual es importante escuchar al niño/a, creerlo/a, manifestarle que no es culpable de la situación, decirle que estamos muy orgullosos/as porque lo ha comunicado, asegurarle protección y ayuda, comunicar el abuso a la familia -si la revelación fuera a un/a educador/a-, y denunciarlo. 

Prevención

Una de las premisas de partida para proteger a nuestros hijas/os, es educarlos en la igualdad, el respeto y la tolerancia. Aportarles un modelo de educación sexual integrador en cada etapa de su vida para conseguir su bienestar personal. Debemos dotarles de las habilidades sociales necesarias para revelar el abuso, y para pedir ayuda. Debemos enseñarles que su cuerpo les pertenece y que nadie puede tocarles sin su permiso.

Debemos inculcarles su derecho a decir “no”, ante un beso no deseado, una caricia o un tocamiento en sus partes sexuales incluso aun cuando se trata de una persona a la que quieren. Por su parte, el profesorado cuenta con el escenario ideal para la implementación de programas de prevención del ASM. Pero, es esencial mejorar su formación en educación sexual y los ASM. Por lo tanto, como educadores/as y como madres/padres debemos trabajar de forma conjunta para prevenir los ASM y para detectarlos.

La protección de nuestros/as menores vendrá dada por nuestra capacidad de formar a personas que sean capaces de comunicarse y relacionarse con las demás sin necesidad de ejercer la violencia en ningún ámbito de nuestra vida, incluyendo el sexual.

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