Alfonso Sobrado Palomares: "Calvos es mi raíz, la que condicionó mi cultura"
Entrevista a Alfonso Sobrado Palomares, periodista y escritor
La casa consistorial de Calvos de Randín acogerá este mediodía un homenaje a su vecino más ilustre, el periodista y escritor Alfonso Sobrado Palomares, que será nombrado hijo predilecto del municipio a sus 87 años de edad y tras una larga y reconocida trayectoria profesional. Un reconocimiento sorpresa, del que ayer poco sabía el protagonista, premio Príncipe de Asturias en 1995 en su etapa como presidente de la Agencia EFE, de Ourensanía o Casa dos Poetas, además de “Xuíz honorario” del Couto Mixto.
¿Emocionado?
No sé que tienen armado, me llamó el alcalde y yo voy encantado, es de mi pueblo, imagínate. Recibir el afecto de mi pueblo, de mi zona, donde me crié antes hasta los diez años.
¡Les regaló toda su biblioteca!
Toda no, me quedé con una selección de 1.000-2.000 ejemplares y desde entonces he comprado bastantes. Antes tenía el vicio de comprar libros, era un fervoroso peregrino de las librerías. Donaría unos 12.000 libros.
¿Los ha leído todos?
No (risas), pero alguno sí que es verdad que lo he leído muchas veces, como “Cien años de soledad” de García Márquez, o los poemas de Neruda, Lorca o Machado… Son lecturas de cabecera permanente. Ahora también leo ensayo de filosofía.
En 2021 publicó su último libro, ¿para cuándo el siguiente?
La verdad es que tengo algo pensado, pero tuve un ictus que me dejó inactivo, lo perturbó todo. Es pendenciero y muy siniestro, y rencoroso. No me siento capaz de ponerme a trabajar a fondo en una novela. El ictus, sumado a mis años (87), es una alianza perversa pero, de seguir escribiendo, me hubiera gustado algo relacionado con la ‘raia’, con el Couto Mixto, del que soy ‘xuiz honorario’, aunque sin sueldo ni dedicación.
¿Cómo se encuentra de salud?
No sé si estoy mejor, pero tengo voluntad de seguir adelante y el apoyo muy fuerte de mis hijos. Ahora escribo todas las semanas un artículo largo de política internacional para La Región y Atlántico de Vigo. Vivimos tiempos complejos en la geopolítica mundial. Ahora, por ejemplo, China, que siempre se ha mantenido distante, ha saltado al centro del escenario. Tiene mucho dinero, mucha gente, iniciativas y tecnología, y está ocupando un eje central de la geopolítica mundial, disputando la primacía a Estados Unidos.
¿Qué significa Calvos de Randín para usted?
Calvos es mi raíz, profunda, que condicionó incluso mi cultura. Yo viví allí antes de la llegada de la luz eléctrica. Era una cultura totalmente distinta, como en el alto medievo. Al atardecer de los inviernos, largos, oscuros y fríos, nos reuníamos en las ‘lareiras’ y contaban historias tremendas de miedo, de procesiones de ánimas; ahí no decimos Santa Compaña, son procesiones de ánimas. Era un realismo directo, realmente mágico. La gente del pueblo tenía una cultura enorme. De pequeño sabías el nombre de todos los pájaros del entorno, sabíamos el nombre de las hierbas, de las flores, de cuándo eran las cosechas y la gente veía en el firmamento si venían lluvias… La naturaleza hablaba, nos instruía a las personas.
¿De qué manera le marcó esa niñez en Paradela?
Esas vivencias me acompañaron siempre, toda mi vida. Incluso a Fidel Castro le conté cosas de la procesión de ánimas, un cuento terrible, dijo. Se interesaba muchísimo de Láncara. Recuerdo también el cielo en esa zona, como no había contaminación lumínica, se veían las estrellas de una manera…, caían encima de ti, te poseían, como si los arcángeles las limpiasen cada noche para estar más brillantes. Y eso sí que me valió toda mi vida para escribir con cierto realismo. Jamás las volví a ver, aunque siempre las buscaba en mis viajes (América, Jerusalén, Pekín…). Alguna vez, en el desierto del Sahara, vi algo parecido, pero no como ahí.
¿Siempre tuvo clara su vocación?
De niño no sabía qué era eso de ser periodista, la vocación la descubrí más tarde y los estudios de filosofía y de derecho me sirvieron bastante. Pero, sin embargo, lo que me sirvió profundamente fue el realismo concreto de la cultura de aquella época. Porque un árbol siempre está unido a sus raíces, por muy altas y por mucho que crezcan sus ramas. La raíz es la que da sustancia y a mí, esos nueve años, condicionaron toda mi vida. Algo que corroboré –y compartí- después en mis viajes a América Latina, hablaba con los emigrantes y a todos nos condicionaba mucho la raíz.
¿Viene mucho por aquí?
Vivo en Madrid porque todos mis hijos viven en Madrid y aunque no tengo casa en Paradela, vengo y venía cuando podía. Paradela es un pueblo que hoy, desafortunadamente o desventuradamente, está casi vacío. Cuando yo vivía éramos 40 niños en la escuela, hoy no hay ninguno en el pueblo. Y en Calvos, en Randín, pocos. Es difícil, pero a lo mejor, las nuevas tecnologías, la banda ancha, internet… pueden revertir esta situación.
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