Elvira Lama: “El cáncer de mama me enseñó que la gente necesita sentirse escuchada”
Entrevista en profundidad a Elvira Lama, alcaldesa de Xinzo de Limia
En febrero de 2019, Elvira Lama inició dos batallas: el camino hacia la alcaldía de Xinzo, en donde era concejala por aquel entonces, y la lucha contra un cáncer de mama. Ganó ambas. En la semana en la que se hace más visible esta enfermedad a través de los medios de comunicación y redes sociales con el ya mítico lazo rosa y los mensajes de concienciación, testimonios como el suyo resultan cruciales para saber que la prevención es el camino a la curación y el apoyo a la investigación salva vidas.
¿Cómo le detectan el cáncer?
En un cribado rutinario. Había dos nódulos que estaban bajo vigilancia y que no resultaban sospechosos; pero apareció un tercero. Lo operaron, lo biopsiaron y, tras 15 días, me dijeron lo que había.
¿Qué sintió en aquel momento?
Mi respuesta fue que era imposible, que yo no me podía permitir tener un cáncer. Yo era la cabeza de familia, mi padre acababa de fallecer hacía cuatro meses y mi madre estaba sentada en la sala de espera con una operación de cataratas. En lo político, tenía por delante unas elecciones generales y unas municipales.
¿Como siguió adelante con todas esas responsabilidades encima?
La verdad que cuando te dan la noticia ya no te planteas nada más que saber que tienes que hacer en la próxima revisión médica. Seguía dando mis clases y cada semana acudía a mis citas, analíticas y pruebas.
Se presentó a las elecciones y logró formar un gobierno alternativo, ¿asumir el bastón de mando tuvo un sabor agridulce para usted?
Negociamos el gobierno cuatripartito entre el 4 de junio y el día 12. Se firmaron una serie de acuerdos y apartamos las siglas a un lado. Agridulce, no. Siempre me tomé el tratamiento como un paso a superar, no como un obstáculo. Al principio eran ciclos de 21 días, tampoco te explican mucho más, aunque creo que a veces es mucho mejor no saber, por lo menos no en profundidad, sino que te vayan explicando poco a poco. En el momento que te extirpan un tumor, y así me lo decían los médicos, ya no tienes cáncer, y lo que empiezan son los tratamientos preventivos. En mi caso, porque cada caso es diferente, y en esto quiero incidir, quimioterapia y radioterapia.
Siempre es de las primeras, o la primera, en llegar al Concello, ¿en ese periodo tuvo que dejar de madrugar?
Yo no dejé nunca de trabajar. Los médicos me decían que estar ocupada y tener cosas en la cabeza iba a ser bueno para lograr no pensar en cosas malas. Lo único que me tumbó en cama fue la tercera vacuna del covid. Siempre procuré alimentarme bien y no buscar mucha información sobre la enfermedad. Sabía lo justo y confiaba mucho en los médicos y en las enfermeras.
Durante el proceso de su enfermedad, ¿alguna vez pensó en abandonar la Alcaldía de Xinzo?
Durante el proceso de mi enfermedad y curación, no. Lo piensas cuando los problemas te superan y tienes 64 llamadas en una mañana, que, a veces, ya no sabes si estás hablando con una entidad, un vecino o alguien de tu familia (risas). Mi hija me suele decir que me tocó el peor mandato de la historia de la democracia.
¿Por qué?
(Suspira) Bueno, porque superar una enfermedad, llevar adelante un cuatripartito, llegar a una administración, novata; ser la primera mujer en hacerlo o lidiar con una pandemia y sus consecuencias… Te genera miedos, dudas, y complicaciones económicas. Aquí hubo que asumir gastos que las vecinas y vecinos de Xinzo no pueden ni imaginar.
El mandato con más desafíos, entonces.
Sí, con más desafíos e inquietud.
¿El trato en el CHUO cómo fue?
Excelente, siempre. Nuestra sanidad pública es la mejor del mundo.
¿Conoció a alguien personalmente durante el tratamiento en su misma situación?
A muchas personas. Yo, además, era una persona conocida y que nunca había ocultado ni la enfermedad ni el tratamiento. Era evidente, por otro lado, llevé sombrero nueve meses. La caída del pelo fue algo no difícil, pero sí un poco traumático. Yo tengo una obsesión especial con el pelo, con el peinado, con la limpieza y demás. A los 18 días del primer ciclo de quimio, en este mismo despacho, me llevé la mano a la cabeza y me quedé con mechones enormes en las manos. Llamé a mi marido, me fui a la peluquería, me afeitaron la cabeza y me puse una peluca. También llevé gorros de lana y sombrero, que algunas personas pensaban que era por coquetería, pero me estaba abrigando la cabeza porque no tenía pelo.
¿Y alguna persona, además de su familia, que en esos momentos le ayudase especialmente?
Una de ellas fue mi amiga Carmen, profesora, que también pasó por algo parecido y con la que me tomé un café y me habló de su experiencia. Recuerdo a Xosé Lois Carreira -escultor de Xinzo- que me enviaba wasaps y me transmitía ánimo y fuerza y me decía “mulleraza” o Mari Carmen Sobrado, que me ayudó mucho.
¿Cómo se encuentra ahora?
Cuando una persona atraviesa un cáncer siempre tiene la espada de Damocles encima. Piensas que hay dos opciones cuando lo superas: que no vuelva más o que se despierte en el mismo o en cualquier otro sitio. En la penúltima mamografía, me vieron una cosa sospechosa. En aquel momento, yo no quería llorar, pero no sabía de dónde me salían las lágrimas. Finalmente, todo estaba bien, y ahora sigo con revisiones, la próxima en diciembre.
Tras superar un proceso así, ¿ha cambiado su manera de ver la vida?
Sí, pienso que las personas tienen más importancia que las cosas. Empatizo más con las personas y al estar al frente de una alcaldía eso es imprescindible. La gente necesita sentirse escuchada.
¿Las mujeres estamos cubiertas a nivel preventivo?
Sí. Hay que hacerse revisiones todos los años y a la mínima sospecha acudir al médico de cabecera. En los cribados salen muchos tumores: La detección precoz es parte de la curación.
¿Los días “de” y los lazos rosas sirven para algo?
Pienso que sí. Creo que es una manera de que las mujeres que están pasando por el proceso se sientan acompañadas y para dar visibilidad a la enfermedad: Se necesita más investigación y recursos.
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