Pasión por la madera y el Real Madrid desde su taller de Allariz
Reportaje
La jubilación le dio a Hipólito González la oportunidad de descubrir un talento oculto: la ebanistería. En el bajo que tiene en Allariz, abierto para todos los vecinos, pasa sus días.
Cerca del Santuario de San Benito, en Allariz, existe otro templo: el que une las dos pasiones de Hipólito González, la madera y el Real Madrid. Resulta difícil pasar por Tras San Bieito y no observar el trabajo de este salmantino de nacimiento, con raíces en Montederramo y afincado en Allariz. Hórreos, sillas, columpios, carritos de caballos o camas para muñecas… Sus manos no dejan ningún día de crear y esta labor se vuelve compañía para muchos. Y es que Hipólito siempre tiene llena de caramelos una carretilla de madera, obsequia con dulce a los visitantes y les da charla.
A sus 75 años Hipólito necesita sentirse activo. Se jubiló hace más de 10, después de toda una vida de trabajo: con siete años regresó con sus padres a Galicia y, a los nueve, “servía” guardando las vacas en la Sierra de San Mamede. Con 16 años se fue a ejercer como albañil al País Vasco y allí conoció a su mujer, María Gloria, natural de Nanín (Allariz). Un tiempo después, en septiembre del 80, -tras trabajar también en La Rioja- ambos decidieron “voltar á terra” y se instalaron en la villa alaricana. “Os pais dela volveron e eu díxenlle: Mira, imos de vacacións a Galicia e se hai traballo alá, volvemos nós tamén”, recuerda Hipólito, que también trabajó como albañil en Galicia. “Cando me xubilei pensei, ¿a onde vou? ¿Da casa para o bar? Non”, cuenta el vecino de Allariz. “Entón collín e viñen para aquí -en alusión a su bajo- un sábado, puxen a televisión e senteime. Dixen, ¿que fago? Vin unhas carretillas e pensei ”me cago en diez, ¿por que non elaboro unha plantilla e fago unha? Collín un cartón, fixen a plantilla e a carretilla. Dende entón sempre está chea de caramelos”, añade. Después vino un escaño de madera, un “canastro” -hórreo- y luego un arado. “Lembro que na casa dos meus pais tiñamos un escano”, precisa el ebanista. “Logo de facelo enseñeillo ao Paco, o exalcalde, que pasou un día por aquí. Chameino e pregunteille que lle parecía e díxome se o fixera eu. Díxenlle que claro, que agora tiña tempo”, añade con orgullo.
Hipólito pasa las mañanas en su taller hasta que la radio “toca” las 14,00 horas: “Aí é cando digo: ¡A comer! Logo vou á Barreira a tomar o café, miro a partida e as catro e media xa me volvo ao taller ata as sete”, relata.
Amor por el Real Madrid
Las creaciones de madera de Hipólito conviven en su taller con las insignias madridista: desde un Santiago Bernabéu en miniatura de 267 piezas, pasando por un juego de café del club merengue, bufandas, camisetas y pósters que recuerdan el palmarés del equipo madrileño. Ese fervor madridista de Hipólito también tiene otra historia detrás: “Eu fíxenme madridista en 1957, tiña dez anos. Tiven que levar unha vaca que tiñan os meus pais a un pobo, no alto do Rodicio”, recuerda. “Tardaron moitísimo en virme buscar. A dona do bar que había alí chamoume e díxome que non me preocupara pola vaca. Dentro estaban emitindo un partido do Madrid co Manchester City e ela invitoume a pasar. A min gustábame moito o fútbol, facía balóns con trapos co meu irmao. Dende entón son do Madrid”, añade. Solo hay un equipo que le hace flaquear en esa pasión madridista: el Celta de Vigo, del que también tiene bufandas en su templo alaricano. “Cando xogan entre eles xa non o vexo”, reconoce entre risas sin poder ocultar su corazón celeste.
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