REPORTAJE

El silencio de Agustín Ibarrola en O Rexo

O RExo

Se cumplen dos décadas de la intervención de Agustín Ibarrola en O Rexo, acción pionera en el arte de naturaleza a la que los años han aportado matices y valor. Posicionamientos políticos lo han alejado del lugar. 

Llueve en O Rexo. El rebaño de ovejas “latxas” aguardan tras el portalón de entrada. Un cartel insiste en dejarlo cerrado, con lógica, para que éstas no salgan. Hace frío, la ventisca envuelve láminas de lluvia en forma de ráfaga, sobra decir que la tarde va desapacible.

Al lugar el otoño aporta su magia, y una paleta de colores ocres, rojizos y amarillos se funden y contrastan frente al verde que aún resiste. Pero aquí también hay otra paleta y es un artificio. Una pincelada informal, expresionista fuera de lienzo, en forma de conjunto de moles de granito alineadas ladera arriba de las aguas del Arnoia, entre el canal de una central, hoy fuera de uso, y el propio río dispuestas por el artista vasco Agustín Ibarrola hace ya dos décadas. 

A Allariz Ibarrola llegó por casualidad, en 1997, año de inicio del proyecto. Y aunque el artista andaba en Euskadi muy enconado con el nacionalismo, a todos sorprendió que el lugar elegido –había otros, eso dijeron- fuera el de Allariz, bastión del BNG, entonces de la mano de Anxo Quintana. La amistad de algunos vecinos emigrados; el propósito de una productora audiovisual que aspiraba a hacer algo potente con su obra, encontró apoyo económico en un concello, el de Allariz, por entonces de lo más impetuoso.

DSC_7479Se movilizaron más de 600 toneladas de granito y pizarra, “As pedras que se trouxeron foron de refugallo, das que rexeitan as canteiras”, apunta Antonio Blanco, entonces concelleiro de Cultura -lo fue 14 años- y hoy vicepresidente de la Fundación Ramón Gonzalez Ferreiro, encargada a medias con el concello del Ecoespacio de O Rexo, que alberga junto con la minicentral, una fábrica de quesos, una explotación agropecuaria y un centro de educación ambiental. Todo aquel conjunto de granitos se instalaron en un lugar hasta entonces sin uso, algo pretendido por el escultor. Ibarrola como artista es minucioso, se pasea ensimismado por el lugar cargado de bocetos que él había confeccionado en los dos últimos años. Allí contempla las piedras como quien fuera a interpretar un mandato divino; un grupo de alumnos de Bellas Artes de distintos lugares serían los encargados de materializarlo todo en situ. Todo quedaría listo para ser inaugurado en la celebración del solsticio de verano una noche de San Juan del año 1999, de manera un tanto menos pomposa de la pretendida.

De todo ello hace casi dos décadas; después, Ibarrola se apuntaría al silencio con O Rexo, aunque intervendría proyectos similares en Llanes (Asturias) (2000-2005) y Muñogalindo (Ávila) (2005-2013). De los planes de la productora poco más se supo, de él nada.  

Hoy, a lomos del extenso mural salpicado de formas, de grafías, de composiciones luminosas que se elevan, de imaginarios paisajes de mariposas que se contornean penduradas de los árboles se ha desplegado la pátina del tiempo. Muchas de las piezas se aferran al entusiasmo de una melodía natural, donde la luz encendida de color ilumina una tarde oscura como pocas, casi se puede decir que la poca luz la irradian las piedras. 


Arte inspirado


“El me decía que eiquí vai vir xente a interpretar que o que queríamos é facer réplicas da cultura castrexa e non é eso, outra cousa é o espíritu, a reminiscencia. Non se trata de facer un menhir, ou un crómlech”, dice Antonio Blanco. Y es cierto, no es eso, aunque en O Rexo se ven alineamientos que siguen el devenir del sol y la luna, estructuras circulares que semejan un crómlech. Y hasta grafías jeroglíficas sobre los granitos. La intervención de Ibarrola no sólo fue modélica con el medio ambiente, “conseguiuse recuperar todo un espacio que era unha silveira, incluso á beira do río había sitios que non se daba pasado”; también lo fue en lo artístico, no existe una intervención en Ourense de ese nivel, y menos con el devenir tan poco artístico que se conjuraron los tiempos años después. “El xa daquela decía que a degradación ía ser lenta, pero aos dez anos ou así, habría que darlle unha volta” No solo han pasado diez, sino veinte. La pátina del tiempo, en forma de líquenes se ha posado sobre los materiales, algunos se han resquebrajado, en otros, los colores lucen ya más opacos. Todo normal. “As árbores medran, a corteza medra, vaise deteriorando moito”

Agustín trabajó con minuciosidad cada una de aquellas  esculturas, "algunhas daquelas maquetas aínda están polo Concello”; un proyecto que arranca en el 97, el mismo año del asesinato de Miguel Angel Blanco. Andaba ya entonces el veterano antifranquista, dos veces en prisión por militancia comunista, enfrentado al nacionalismo y a la sinrazón de ETA, su propia obra en Oma, la que le diera fama, sería atacada por la banda y él mismo llevaría doce años escolta. Ibarrola seguiría con proyectos similares en Asturias, Ávila, sin embargo, en Allariz no hubo manera de encontrar puentes de comunicación. “Eu creo que nos procurou manter ao marxe”, apunta Antonio Blanco.

ALLARIZ (O REXO) 6/11/2018.- Un vasco en Allariz, 20 aniversario del Ecoespacio de Ibarrola. José Paz

Una hipotética restauración es complicada. “Só el coñece as fórmulas, son pinturas con aceites vexetais, biodegradables, non utilizaba materiais sintéticos. Intentamos poñernos en contacto con il, a cuestión política descolocouno moito; pasou dun filionacionalismo, a un antinacionalismo brutal; fai tempo, aínda a través da muller, tiñan algún contacto, pero agora é prácticamente imposible”. ¨¿Restauración? Sería cuestión de proporllo ao Concello e poñerse en contacto con estudiantes de Belas Artes, como se fai noutras intervencións. Non só se deslindou de nós, tamén o fixo da súa obra”.

La degradación forma parte también en sí del arte de la naturaleza, tal vez sea una bella opción. Al salir, las ovejas también se recogen, en silencio. 

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