AVENTURAS DE LA PATRONAL

El capitalismo siempre ha intentado obtener el máximo rendimiento con la mínima inversión. La productividad, axioma teórico insustituible para que las inversiones sigan produciendo riqueza, puede conseguirse a través de métodos diversos.
El Presidente de la Patronal CEOE se ha definido sobre la manera de conseguir un incremento de la productividad: evaluar a los trabajadores y castigar a los que no se esfuercen suficientemente hasta conseguir los objetivos proyectados. Ni los psicólogos industriales, ni los grandes industriales pueden apoyar estas directrices de lástima.

Las propuestas del señor Rosell están bastante alejadas de lo que enseñan las Escuelas de Negocios más modernas y competitivas. Todas dan una importancia central a los incentivos y a la motivación de los trabajadores. Los grandes teóricos del capitalismo progresista y liberal, se han centrado en la formación y en la motivación de la persona, como factores insustituibles para incrementar la productividad. Los planes de desarrollo empresarial han de mirar a las personas, a su bienestar, a un plan de vida atractivo. En la era en que el cambio y la velocidad es un valor, la formación de las personas ha de ser permanente y constante para mantener un índice de productividad competitiva. La represión y control tiene sólo un papel subsidiario.

En España arrastramos un déficit importante en el desarrollo industrial en el campo tecnológico. La inversión en rentabilidad alta y fácil ha cegado a nuestros empresarios. Se han olvidado del medio y largo plazo. La Universidad ha estado satisfecha encerrada en sus aulas, sin un esfuerzo para implementar la sociedad del conocimiento, del bienestar y de la productividad.

Enseñar a 'pescar' como práctica y filosofía del desarrollo ha procurado el progreso con mayor eficiencia que entregar como donativo el pescado. La pérdida de sentido de lo público, está en la raíz del subdesarrollo de la productividad. Actualmente, la vida pública se ha transformado en una cuestión de obligación formal. La mayoría de los ciudadanos mantiene sus relaciones con el Estado dentro de un espíritu de resignada aquiesciencia. Esta debilidad pública tiene un alcance en la política, en la industria y en los intercambios rituales.

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