Un banco de piedra

Las horas pasan, nadie se fija en él, nadie piensa en él, está detrás de un banco, tirado en el suelo. Está protegido del mundo por ese banco, por ese banco de piedra, donde nadie mira, donde un ser humano está tirado, la gente pasa, quizás con prisa, nadie repara en un hombre tirado, una persona que vive y ve la vida pasar detrás de un banco.
Alguien se fija, alguien mira lo que nadie quiere ver, alguien se da cuenta de que hay una persona tirada, un ser humano, un hermano. Un teléfono, una llamada de socorro, una llamada que es una mano tendida a alguien que esta suplicando ayuda. Llega la ayuda, llega un ambulancia, llegan unos compañeros, lo recogen, lo sientan en el banco, hablan, hablan de tú a tú.

Él está perdido, está mal, necesita cariño, necesita ayuda de alguien que pueda pararse un minuto con él -estuve tirado todo el día, nadie se fijo en mí, qué más da, sólo soy uno más, sólo soy una persona rota, nadie tiene interés en mí-.

Los sanitarios lo escuchan, lo entienden, lo animan, le dan la mano y lo acompañan. Con ellos se va. En el viaje, una mano lo coge del hombro, él siente ese calor y lo agradece abrazando la mano, necesita vivir, quiere vivir, pero no encuentra su sitio.

Con ellos intenta volver a una normalidad que se perdió en un día. Un día que se rompió su corazón, quizás ahora volverá en sí, quizás ahora volverá a vivir. Quizás volverá a dormir con su soledad detrás de un banco de piedra.

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