Más madera al fuego de la discordia lingüística

Creo que fue mi ilustre paisano, el poeta gallego Manuel Curros Enríquez quien, más o menos, sentenció: 'Si este es el mundo que Dios hizo, que me lleve el demonio'. Pues algo parecido he pensado yo cuando me enteraba de que un ministro español, con raro apellido extranjero, se liaba la manta a su pelada cabeza y anunciaba que eso de la lengua catalana no le gusta ni un pelo y que hay que poner orden en la maltrecha granja educativa para mayor gloria del Imperio hacia Dios. ¡Santiago y cierra España!
Con la que está cayendo, me está dando la impresión de que los atribulados ministros que arropan a un presidente del gobierno que está pez en idiomas y que ni tan siquiera habla la lengua de su tierra gallega, no tienen otra cosa que hacer que echar gratuitamente más madera al fuego de la discordia.

Uno, que ha sido testigo de la represión lingüística por partida doble, tanto en Galicia, como en Cataluña, se siente transportado a aquel tenebroso túnel del tiempo en el que las llamadas lenguas vernáculas de todas las Españas estaban literalmente proscritas y en el que todos teníamos que hablar en español para mayor gloria de aquel otro gallego bajito que mandaba tanto y que tampoco sabía expresarse en gallego.

Por muchas leyes que intenten imponernos los ilustrados políticos que ahora mismo nos malgobiernan, yo seguiré hablando en catalán con mis nietos catalanes y en gallego con mis amigos de la tierra de Curros Enríquez, y espero que, por mucho tiempo, también lo sigan haciendo los nietos de mis nietos y los amigos de mis amigos. Amén.

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