LA REVISIÓN DEL SISTEMA

El hundimiento del comunismo hizo desaparecer el enemigo exterior, pero al mismo tiempo iluminó los perfiles más siniestros de las sociedades avanzadas: las grandes bolsas de miseria, de excluidos y la superabundancia de unos pocos. Allí donde no existe la justicia, donde reina la pobreza, donde predomina la ignorancia y donde se fuerza a las otras clases a sentir que la política es una conspiración organizada para oprimir, ni las propiedades ni las personas estarán seguras. Se necesita de la política.
El individuo postmoderno mira de reojo al viejo militante. En la sociedad de la indiferencia, los parlamentos adquieren un poder en gran parte simbólico y las decisiones que conciernen a todos emanan de los despachos de tecnólogos, economistas y financieros encargados de la gestión del poder económico, a los que apenas llega el poder emanado de la base democrática. Los partidos son marionetas de intereses inconfesables. El proceso de globalización pone en crisis el marco natural del desarrollo de la democracia: el Estado nación. Marginarse de las mudanzas que sobrevienen alimenta la muerte por inanición del actual sistema democrático.

A partir de la oposición burguesía/proletariado se desplegaron sucesivas trincheras que dejan poco margen a la ambigüedad derecha/izquierda. La realidad es enemiga de la simplificación. Pero se puede decir que la política entendida como hostilidad entre el amigo y el enemigo alcanzó su máxima expresión: las guerras más violentas, con millones de muertos y desaparecidos. Hoy es patente la existencia de otro modelo de violencia: la que produce la exclusión social del aparato productivo.

Te puede interesar
Más en Cartas al director