CELANOVA

Tres generaciones de moda

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photo_camera Marina Vidal y Dorothy Fernández, madre e hija, ante la caja registradora de su tienda de moda.

Desde su rincón en la Plaza Mayor, Celanova despedirá a finales de agosto al tradicional comercio La Dominicana, una tienda de moda "de calidad" abierta en 1954 que hoy regenta la tercera generación de la familia.

Dice Dorothy Fernández que llegó a perder alguna venta por ser honesta con sus clientes y con esa máxima, la de la honestidad ante todo, se despide tras una vida dedicada al comercio que abrió su abuelo hace ahora 65 años. Fue en 1954, en un regreso puntual de Santo Domingo, cuando surgió la oportunidad de adquirir la entonces Casa Román. En un principio, fueron sus padres los encargados de gestionarla, hasta la vuelta definitiva de los abuelos. Ella todavía nació allí y, como primera nieta que fue, la tienda se llamó en su honor "La Dominicana". Ahora, Dorothy recuerda con cariño toda esta historia a poco más de un mes de echar el cierre del negocio, toda una institución en la villa.

Su lema ha sido siempre uno: "Que la calidad de las prendas fuese siempre la mejor". También la de las telas con las que su madre empezó a confeccionar. "Era una época bonita, porque la gente acudía a pedirte consejo y confiaba en ti". Fue el periodo entre 1975 y 1990 durante el que más se vendía en Celanova porque "venían los emigrantes y compraban para toda su familia y las aldeas estaban muy pobladas". "El comercio de Celanova le debe mucho a Venezuela y a los países europeos".

La época que le siguió, hasta la llegada del euro también fue buena, pero, a partir de ahí, "fue decayendo". Dorothy tomó las riendas del negocio familiar con la década de los 90 y, desde su privilegiado rincón en la Plaza Mayor de Celanova, ha visto evolucionar la economía, la vida social de la villa y, sobre todo, la moda. "En Celanova la gente sabe de moda, se viste bien, pero hoy la gente ya no se deja aconsejar tanto". Se queda con los años 50 y 60 como culmen del estilo, frente a la tendencia actual, donde "prima la comodidad". Contra el consumismo, se queda con la calidad, al igual que lo hacían antes, cuando la petición del cliente era "que las prendas durasen".

Desde su comercio, Dorothy ha visto cambiar las prioridades de los consumidores, "la ropa ha pasado a un segundo plano y ahora es todo de usar y tirar". Y apunta a otro culpable del declive: "las nuevas tecnologías han acabado con el pequeño comercio". Ahora, con la perspectiva única que otorga el paso del tiempo, prefiere "olvidar los malos ratos" y quedarse con la "infinita satisfacción" que le ha otorgado la confianza de sus clientes. También para todas las empleadas que han pasado por La Dominicana guarda palabras de inmenso cariño. A partir de septiembre, Dorothy pasará a estar jubilada. Lo hace porque ha alcanzado la edad necesaria, pero también porque "estoy muy cansada y esto hoy ya no da". Pero se va "después de haber luchado mucho porque fui la presidenta de la primera asociación de comerciantes de Celanova".

Dorothy representa la tercera generación de La Dominicana, pero no habrá una cuarta. Las escasas perspectivas de futuro del sector limitan la continuidad familiar del negocio. No descarta traspasar y que otro inicie su proyecto en el lugar, pero tendrá que ser con otro nombre. "La Dominicana se va conmigo".

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