HISTORIAS DE PRENSA Y RADIO

Los frailes, Seguín y yo

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photo_camera Años ochenta. En la COPE. Con Ricardo Seguin, Manolo Conde y John Balán, el célebre.

"Desde niño sentí debilidad por cantar. Creía tener buena voz. Salir a un escenario era una ilusión"

Ricardo Seguín fue el colaborador, el compañero en labores informativas deportivas que más tiempo tuve a mi lado. Le conocí allá por los años setenta. Estaba siempre atento a cuanto pasaba en el Galaico C.F., equipo que llegó a militar en la Preferente y que jugaba entonces sus partidos en el campo de Vilar das Tres.

Ricardo me traía las crónicas para el periódico y por ahí empezaron nuestros contactos informativos. Luego en la COPE y en muchas ocasiones, compañeros en retransmisiones deportivas. Disfrutábamos haciendo radio deportiva o lo que cayera, como aquella vez que metimos en el programa de deportes-para animarlo- nada menos que al gran John Balán, el hombre orquesta. Un imitador, un humorista, que imitaba a toda una orquesta con los sonidos que emitía y los golpes de batería que daba a la vez en la puerta del estudio con las manos. Un fenómeno.

Aparte coincidíamos Ricardo y yo en lo que había sido nuestra preparación, nuestros estudios. El fue alumno –iba para fraile- del Convento Franciscano de Herbón y yo-os lo apuntaba hace unas de semanas- estuve nueve años en Salesianos. Vamos, que vivimos entre religiosos de aquellos tiempos de la postguerra.

Prueba de voz

Desde niño sentí debilidad por cantar. Creía tener buena voz. Salir a un escenario para mí era una gran ilusión. Lo logré como actor durante bastante tiempo, dentro y fuera del Colegio. Pero en lo de cantar fue diferente.

Tenía trece años. Un día, don Domingo, un salesiano experto en tema musical anunció que iban a formar un coro de voces selectas. Había que presentarse a verificar la prueba. Acudí muy serio y formal. Hizo sonar el piano y yo arranqué tembloroso “¡alto!”, exclamó terminante enseguida, levantando las manos del las teclas…”Sobrino, dedícate a otra cosa que tu en esto no tienes futuro”. Me traumatizó el tío, oye.

Pero eso, ni en plan “amateur” dejaba escapar alguna que otra nota. Mejor, hacía que cantaba para sumarme al coro de alumnos. Temía desafinar en el grupo. Por ejemplo aquel día que estábamos en filas y en el patio, ensayando una canción que no hace mucho tiempo escuchaba a Coral de Ruada – “Alalá do Cebreiro”- y que era una especie de homenaje a la Gaita Gallega y que me trajo otro recuerdo de mi etapa salesiana:

-Esta gaitiña, que eu toco/ sente como unha persoa/ unhas veces canta e ríe/ outras veces xime e chora….

Bueno, pues, estábamos…perdón, estaban cantando mis compañeros dirigiendo el mismo don Domingo. Todo iba con normalidad. Pero de pronto, después de sonar el “esta gaitiña que eu toco, sente como una…“¡zas!, salió despedido de la formación por un tremendo empujón uno de los cantantes; el sufrido protagonista de la acción, rodó por la tierra del patio. Lo oyeron sobre el canto los coralistas y hubo un gran silencio, todos volvieron la vista hacia el lugar de los hechos y observaron al alumno en el suelo con los brazos cubriéndose la cara no sea que cayera algo más.

¿Qué había sucedido?. Que el estudiante en cuestión, bromista de cuidado, se tomaba una libertad imperdonable, -y encima, seguro, con la rigurosidad del Centro era un pecado mortal- que mientras cantaban lo de “esta gaitiña que eu toco” metía la mano en el bolsillo y se tocaba… con tal alarde que no pasaba desapercibido para los compañeros próximos, que reían aquella gracia. Una gracia que, por cierto, al Padre Consejero, que observaba el ensayo, le había alterado el sistema nervioso.…

El caso de Ricardo

Bien, pues Ricardo Seguín, en su etapa de aspirante a fraile, vivió un caso similar. La cosa empezó también por una prueba de voces. Allá fueron él y un compañero ourensano, de un pueblo de A Limia como Ricardo, que sabía muchas coplas y siempre estaba cantando a su aire, unas más graciosas que otras, pero siempre alegres. El vecino de Seguín eligió los temas para efectuar la prueba:

-Seica podemos elexir nos, de modo que eu canto a da Chely ….e tu cantas esta outra.

Y, efectivamente, le seleccionó otra para Seguín.

El chaval, el vecino de Seguín, tranquilo, resuelto y seguro, dominando la situación, esperó el momento de intervenir y le explicó al fraile “es una copla que cantamos en mi pueblo”… Era una canción de moda entonces, interpretada por el catalán José Guardiola, muy popular, pero lo que el compañero de Ricardo no sabía es que sus vecinos le habían cambiado un par de líneas…Guardiola cantaba:

-Chely te quiero/ Chely yo te adoro/ como la salsa/ del pomodoro…

Y el chaval, inocente, cantó la adaptación que circulaba en su tierra:

-Chely te quiero/ Chely yo te adoro/ tu eres la vaca/ y yo soy el toro.

Oye. El fraile –mal pensado y yendo lejos- pegó un brinco, alargó la mano y lanzó al muchacho un bofetón que éste hábilmente esquivó, pero que no le impidió caer sentado. Con tanta fuerza que en el retroceso encontró detrás a Seguín y se fueron los dos al suelo. No añadió comentario alguno el de la sotana, ni tan siquiera esperó a que los muchachos se levantaran y enseguida ordenó: “¡ el siguiente!.”

El siguiente era Seguín, que estaba desconcertado por el efecto de la copla seleccionada por el colega. Tenía que cantar lo que le había elegido su compañero que recobraba todavía el equilibrio, pero Ricardo estaba temeroso del efecto que podía causarle al fraile. Se quedó mirando al religioso con innegable temor, dudando, no daba arrancado y de pronto, le iluminó algún santo y Seguín “cantó sobre seguro” esta otra:

Alabado, sea el Santisimo/ Sacramento del Altar/ Y la Virgen concebida/ sin pecado original.

Por si acaso, no fuera el demonio que…

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