Tribuna

Entre O Rodicio y O Larouco

O Rodicio y O Larouco, a vista de pájaro.
photo_camera O Rodicio y O Larouco, a vista de pájaro.

Aquella loca academia de policía, de la serie, podría tener un reflejo en esos locos voladores de los cielos ourensanos, que de locos poco, de bromistas bastante y de practicantes, cuando los cielos, los vientos mejor, lo permiten.

La ladera oeste de la sierra de A Meda, ese derrame de la sierra de San Mamede, que a modo de continuidad se ofrece, que a una altitud de 1.00 metros dispone de la digamos rampa de lanzamiento o campo de despegue de esos voladores sostenidos por una gran ala alargada donde penetra el aire a través de sus celdas o cajones para lograr que el ingenio inventado por unos paracaidistas franceses se deslice o más bien planee sobre el aire elevándose a medida que los vientos o las corrientes térmicas lo permiten. Si la orientación oeste de los vientos lo permiten, o el térmico por calentamiento del aire que sube por la ladera, es fácil ver a esos pocos que quedan de aquellas docenas que desde principios de siglo volaban por estos pagos de la mano de los instructores, Jorge, José Ramón Araujo, Aser Gil. Desde aquellos tiempos al Rodicio le fue sustituyendo la sierra do Larouco entre Baltar y Montalegre, o entre Galicia y Portugal, que debido a la característica de tener laderas a los cuatro vientos, y por su altitud y condiciones empezaría a ser escenario incluso de varias Copas del Mundo, Nacionales y otras pruebas.

Así O Rodicio, cuando los vientos del oeste predominan, no desmerece de ninguna zona de vuelo y allí concurren o el volador acrobático José  Paz, Organyá, o el mejor dominador de los vientos en tierra antes del despegue, Roberto, o el aficionado que al grito de alá vou se lanza a los cielos, Vitín, o el que suscribe, o algún esporádico al que ahora ni se ve como Píter, de Ribadavia, o una voladora que alcanzó un nivel, Sonia, la bailarina profesora, o Nancy; ambas lo han dejado un tanto. A muchos es fácil verlos en esos cielos, acompañados de algún voluntario en tierra que nunca volará ni aun de paquete en un tándem. 

Un espectáculo por el que ya, acaso de tan visto, ningún vecino del valle elevará los ojos mientras enfaenado en el campo o de paseo.

Organyá, sobrenombre venido por el lugar del pre Pirineo catalán, meca del parapente acrobático, donde tantas horas de práctica empleó en ensayar maniobras impensadas aun hace unos años, que este entrimeño nacido en Francia, practicó y cuando las condiciones son favorables practica en los cielos de este valle del alto Arnoia haciendo maniobras como el helicóptero, el sat, el infinity… que dejan sorprendidos a los que las contemplamos; Roberto, el Pájaro, por su dominio de la campa en el despegue y rozando las laderas, también es un regalo; los demás al rebufo de estos dos que ya han logrado un nivel de vuelo que los hace distintos.

Volar está al alcance no de los temerarios sino de los que quieran practicar. Es un deporte de riesgo, pero ni mucho menos extremo, ahora minimizado por el conocimiento de las intensidades del viento y de la fuerza de las corrientes térmicas a diferentes estratos, de las rachas y de la dirección de los vientos.

El despegue norte

Dentro de la provincia la sierra do Larouco, limítrofe entre Portugal y Galicia, por sus orientaciones, la más concurrida, y ahora más con la recientemente asfaltada carretera que te lleva al despegue norte, el que da a Baltar; la de a Meda-Rodicio, cuando el oeste predomina con vuelos de muchas horas; pudiera ser la de San Mamede y otras inexploradas por alejadas, y de no fácil comunicación, siendo esta del Rodicio la más próxima a la ciudad donde este cuarteto, quinteto y a veces sexteto se lanza a los cielos.

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