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Menos deuda y déficit, con tipos más altos

Sede de la Comisión Europea en Bruselas.
photo_camera Sede de la Comisión Europea en Bruselas. (OLIVIER HOSLET)
Varios estados miembros de la eurozona se resisten a volver a las reglas de gasto de Bruselas, ahora suspendidas, pero las autoridades monetarias –independientes– siguen cerrando el grifo del dinero. 

Las nuevas reglas fiscales europeas que corresponde elaborar a la Comisión Europea tendrán elementos comunes, pero, sobre todo, estarán hechas a medida de cada estado miembro, cuyos puntos de partida en materia de déficit y de deuda son muy distintos. Para entendernos, nada tiene que ver Alemania con España.

Estamos ante la definición de normas a cuatro años, se supone que, pactadas por Bruselas con cada gobierno, pero que pueden ser de hasta siete ejercicios si llevan consigo reformas e inversiones, además de límites de gasto con los ingresos tributarios de cada país, sin contar los fondos comunitarios.

Una vez más, habrá un bloque de países ricos con las cuentas ajustadas que defenderán la disciplina fiscal –los encabezados por Alemania y Holanda– y otros no tan ricos, pero sobre todo más endeudados –léase España, Italia y Francia–, que apelarán a la flexibilidad. De conciliar posiciones se encargarán el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, y el comisario de Economía, Paolo Gentiloni.

No será fácil el acuerdo, ya que los dos grandes motores de la Unión Europea –Alemania y Francia–, habituales aliados, están en este campo en frentes distintos, lo cual coloca a Berlín en una situación incómoda, puesto que los siguientes países grandes –Italia y España– estarán alineados con Francia, todos ellos lejos de la media de la deuda sobre PIB, que es del 94,2% en la eurozona, y no digamos de los niveles de endeudamiento de Alemania (68,6%) o de Holanda (52,4%). Con datos comparativos de 2021, España estaría en el 118,3% e Italia en el 150,3%, pero Francia tampoco estaría mejor, con un 112,8%.

Con estos malos datos sobre la mesa, queda completamente fuera de la realidad –al menos a corto y medio plazo– el anterior objetivo de una deuda pública por debajo del 60% del PIB en la eurozona, pero no tanto otros requisitos del euro, como un déficit público del 3% en los países que soportan la divisa europea.

Sean cuales sean las medidas y las sanciones por los (probables) incumplimientos –es pronto para saberlo–, Bruselas quiere, por un lado, evitar los riesgos de entrar en recesión y, por otro, no dañar las inversiones en transición ecológica y cambio digital. Incluso en defensa, tras los compromisos adquiridos con EE UU en el marco de la OTAN frente a Rusia, ahora en guerra con Ucrania.

Este frente de recortes en materia de déficit y de deuda se solapa en la zona euro con el encarecimiento del dinero, necesario para contener una inflación desbocada. Y aquí no solo opinan los europeos, sino también los americanos, ya que el Banco Central Europeo tiene poco margen para no ir a rueda de la Reserva Federal.

En el mundo de los tipos de interés y de la compra de activos por parte de los bancos centrales va todo mucho más rápido, ya que las autoridades monetarias no negocian con los estados miembros, sino que imponen sus criterios. En el tiempo que va a pasar hasta que los países de la zona euro pacten sus márgenes en deuda y déficit, el Banco Central Europeo meditará nuevas subidas de tipos, ahora en el 2%, pero tal vez camino de duplicarse, a la vista de la decisión de la Reserva Federal de llevar el precio del dinero al 4%. De hecho, la autoridad monetaria de EEUU subió los tipos cuatro veces en cinco meses. Es una carrera que tiende a moderarse, pero sin renunciar a la tendencia al alza.

@J_L_Gomez

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