46 años de “entrenamiento"

El ya rey Felipe VI se preparó a conciencia desde muy pequeño para asumir el relevo de su padre

Se lo comunicó el rey a principios de años, y cuentan quienes compartieron el secreto con ellos, alto personal de la Casa del Rey, que padre e hijo se emocionaron, conscientes de lo que significaba que D. Juan Carlos decidiera abdicar. Porque fue suya la decisión, del rey Juan Carlos. La había sopesado, analizado los pros y los contras, había hablado del asunto con algunas de sus personas más cercanas, más leales, con las que tiene más confianza, para conocer su opinión. Pero la decisión la tomó solo.

Por la necesidad de un cambio generacional en la institución, como el mismo indicó en su discurso en el que explicó las razones de la abdicación. Fue la única razón. Abdicó porque cree que es necesario el cambio, y sobre todo porque considera que su hijo está perfectamente preparado para asumir sus responsabilidades.

Sienten profunda admiración uno por el otro, no es cierto que sus relaciones sean distantes. Hubo distanciamiento cuando Felipe era un adolescente y desde determinados medios apuntaban que don Juan Carlos no era fiel a doña Sofía. Sin embargo hace ya años que la relación es de enorme cariño y de respeto. Despachan formalmente de forma periódica, cada vez con más frecuencia, y hace ya años que en cada ocasión en la que hay que afrontar una situación delicada, el príncipe la analiza con el rey.

Nació el 30 de enero de 1968 y a las pocas semanas fue ya protagonista de un hecho histórico: la reina Victoria Eugenia rompió su exilio de 37 años para trasladarse a Madrid y ser madrina de su bisnieto.



CON LOS PIES EN LA TIERRA

Su aprendizaje y formación fue exhaustivo, permanente, pero no duro como el de su padre, en el que sorprende su aguante ante las tensiones que vivió desde su cuna, el alejamiento de su familia, los problemas en los que no tenía capacidad para intervenir. Felipe de Borbón y Grecia creció rodeado de cariño y sus privilegios siempre estuvieron acompañados de disciplina. Sus padres tenían muy claro que el heredero de la Corona debía tener los pies sobre la tierra, no sentirse superior a los demás y ser consciente de que representaba una institución, la Corona, cuyo prestigio dependía en buena parte de su comportamiento.

Cuando finalizó sus estudios de Secundaria en Santa María de los Rosales, fue matriculado en Lakefield, un colegio canadiense conocido por su rigor, y que había tenido entre sus alumnos a varios miembros de casas reales europeas. Era la oportunidad de mejorar su francés, que en aquel momento no hablaba y escribía con tanta soltura como el inglés, y la oportunidad de tomar decisiones alejado del protector paraguas familiar, aunque un ayudante elegido por el rey, el entonces teniente coronel Alzina, se instaló muy cerca del colegio para servirle de apoyo.

Vinieron las Escuelas Militares, que el príncipe recuerda como una época muy feliz en su vida, con la vuelta al mundo en el buque escuela Sebastián Elcano, y la carrera de Derecho en la Autónoma complementada con asignaturas de Economía. Luego los dos años en Washington, en Georgetown, para estudiar un máster en relaciones internacionales, una época que antes de casarse Felipe definía como la mejor de su vida.

Compartía apartamento con su primo Pablo de Grecia y aunque una persona se ocupaba de atenderlos, debían cocinar, limpiar, hacer la compra e incluso administrar el dinero que les enviaban su padres. Se sintió verdaderamente libre, tomaba sus decisiones, viajaba, salía con chicas sin verse permanentemente seguido por reporteros como le había ocurrid con Isabel Sartorius, y cuando regresó a España definitivamente había dejado de ser un adolescente.



Estado de formación

No era un príncipe a la espera, sino en estado permanente de formación, así que viajó a Bruselas para conocer la Unión Europea, hizo visitas a los distintos ministeriosy a las comunidades autónomas y a través de una secretaría propia a cuyo frente se puso un abogado del Estado, Jame Alfonsín, se elaboró una agenda propia. Eligió dos campos de actuación con los que completar el trabajo del rey, el voluntariado, los jóvenes, y la defensa del Medio Ambiente.

No es tan expresivo como su padre, ni tan extrovertido, ni tan espontáneo, pero su calidez es fuera de serie. Su carácter ha cambiado mucho tras su matrimonio. La princesa Letizia le ha dado seguridad en sí mismo, de manera que ha desaparecido la timidez inicial que muchos confundían con empeño en marcar distancias. Desde que se casó se le ve más expansivo, más cercano, más riente, más natural. Ha descubierto además una nueva vida, no solo porque ha asumido algunos de los hábitos de la princesa de Asturias, sino porque se siente absolutamente feliz.

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