CRÓNICA

Un partido aún más partido

Reunión del Comité Federal del PSOE para debatir la propuesta del secretario general, Pedro Sánchez
photo_camera Reunión del Comité Federal del PSOE para debatir la propuesta del secretario general, Pedro Sánchez

Al grito de "¡sinvergüenzas!" se frenó en seco la votación impulsada por los "sanchistas". Blanco, Ciscar, y Borrell templaron los ánimos. Sánchez dijo que se marcharía si perdía la votación, a mano alzada. Y la perdió.

Como gato panza arriba intentó Pedro Sánchez ayer zafarse de las embestidas del enemigo, tratando de llevar su propia hoja de ruta hasta sus últimas consecuencias. Pero como en el relato evangélico, sus últimas consecuencias fueron las primeras, o al menos lo que las "susanitas" consideraban las primeras: su dimisión.

Antes, como en un parte de guerra, tuvimos noticias del primer momento crítico del día: los turnos de intervención en la reunión. La presidenta del Comité Federal, Verónica Perez, tomó la palabra para arrogarse la “única autoridad” en Ferraz. El histórico socialista vasco Rodolfo Ares se levantó y le arrebató el micrófono a la joven Pérez, momento que aprovechó para alzarse e intervenir Pedro Sánchez denunciando la gravedad de los hechos. Pérez dio después la palabra a Javiar Lambán, presidente de Aragón, que respondió a Sánchez que ya no era el secretario general del partido. Un incidente que es buena muestra del clima de la jornada: desde las primeras escaramuzas hasta la caída de Sánchez, minutos después de las ocho de la tarde.

Poco antes del enfrentamiento entre Ares y Pérez, ya había a empezado a correr la paella por la calle Ferraz, iniciativa de una inmobiliaria cercana, y destinada a los periodistas que sin descanso están cubriendo los acontecimientos de Ferraz desde que el pasado miércoles estallara la guerra civil socialista. Y lo hacen desde la calle, porque el equipo de seguridad impide el paso a la prensa desde que estalló el enfrentamiento. 

Tampoco los observadores pasaron ayer por alto las lágrimas que asomaron a los ojos de empleados de Ferraz a primera hora de la mañana, cuando la mitad de las tensiones aún no se habían vivido. Horas después, mediada la tarde, algunos de estos empleados, con más de 38 años trabajando en la sede madrileña del PSOE, fueron insultados y zarandeados por parte de los congregados a las puertas. Asomó a la trifulca también Pepe Blanco para pedir “diálogo” y evitar los tribunales, mientras un Patxi López más apocalíptico parafraseaba el clásico: “Me duele el PSOE”.

Una ex del partido pero bien informada, Rosa Díez, aseguraba que lo que desató la caja de los truenos fue lo avanzado de un pacto de Sanchez con los independentistas para llegar al gobierno. Nadie la desmintió. Y entretanto, los militantes convocados en Ferraz para apoyar a Sanchez resultaron ser de Podemos e Izquierda Unida, a los que el “comando Luena”, “brazo armado” del secretario general del PSOE, convenció de que con otro líder jamás tendrían opción alguna de llegar a pactos.

Dicen que la ruptura del PSOE con el marxismo no fue tan traumática como la que se vive en estas horas. Algo hay de eso: aunque nadie quiera hacer bandera ideológica de esta situación de caos y descontrol, los sectores “sanchistas” están dispuestos a un pacto con los comunistas de Podemos, mientras el resto, si no por defender la socialdemocracia sí al menos por estrategia -creen que Podemos está fagocitando al PSOE-, se oponen a lo que consideran vender un partido histórico a unos emergentes oportunistas y populistas amparados por el chavismo en Venezuela; es al menos la opinión que ha mostrado en público en varias ocasiones en el último año alguien tan señalado como Felipe González; al que, por cierto, ayer los concentrados en la puerta de Ferraz llamaban "fascista" y "golpista". 

En la votación sobre la convocatoria urgente de un congreso extraordinario, los "sanchistas" se sacaron de la manga una urna -solo las votaciones a personas se hacen así-, algo que irritó a buena parte del Comité. Tras la mediación de Blanco y Borrell, Sánchez aceptó votar a mano alzada sobre el Congreso. Dijo que si iría si perdía: 132 contra 107. Y con la voz rota, dimitió.

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