CRÓNICA

El robo de cartas lleva a juicio al ladrón del Códice

El ladrón confeso del Códice Calixtino, Manuel Fernández Castiñeiras, será juzgado mañana, día 15 de enero, por el supuesto robo de cartas a sus vecinos, un delito por el que el fiscal pide hasta 243 años de prisión

El autor confeso de la sustracción del Códice Calix- tino, el electricista Manuel Fernández Castiñeiras, responderá mañana ante la Justicia, no del robo de este valioso libro, sino de la supuesta apropiación indebida de correspondencia de sus vecinos de edificio, los cuales esperan que dé las explicaciones oportunas, transcurridos dos años de silencio. Enero es un mes decisivo para este gallego. Este jueves 15 y el viernes 16 se sentará en el banquillo por esta causa, el 19 arranca la vista oral por el robo de la joya literaria del medievo, y el 31 se cumplen dos años desde que abandonase el centro penitenciario de Teixeiro tras ser encarcelado por este último y rocambolesco suceso.

Todavía hoy nadie en el edificio número 27 de la céntrica calle Rosalía de Castro de Milladoiro (A Coruña), un núcleo perteneciente al Ayuntamiento de Ames, se explica cómo uno de los vecinos "de toda la vida" es el acusado de ser el autor de uno de los robos más espectaculares de los cometidos hasta la fecha en Galicia.

Y menos aún que esa persona sea la que les robaba, día sí y día también, correspondencia epistolar de sus propios buzones privados. "Nunca se sospechó que fuese un vecino. La gente sabía que no le llegaban las cartas, pero el que llevaba la culpa era el cartero", según señala María Rey, hija de uno de los propietarios del inmueble, y con su versión coinciden todos los consultados.

María desvela que nunca tuvo trato directo con Manolo, como se le conoce. "No me doy cuenta de que alguna vez me hubiese dicho buenos días", manifiesta, pero sí sabe que los problemas de la comunidad de propietarios con él eran constantes y que en algún caso se recurrió a la Justicia. "No sé si lle- gó a faltar dinero, pero chanchullos quiso hacer", suscribe María, e indica además que, aunque de su casa solo robó tres cartas "que no eran de mayor importancia", es necesario "que pague" por lo que hizo si así se demuestra.

Otro de los residentes, Iván Fernández, cuenta que Manolo era un hombre "avaricioso", al que le gustaba "mangar por mangar" todo lo que podía, desde números de teléfonos hasta bombillas. Pese a ello, este sexagenario, que durante más de dos décadas prestó sus servicios para la Catedral de Santiago en calidad de autónomo

Un conocido de la niñez del acusado, desde el anonimato, asegura que Manuel Fernández Castiñei- ras comentaba decía de niño a su padre, "papá, de mayor voy a ser famoso", "y así fue".

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