HISTORIA

Romanos: emperadores y homosexuales

Al contrario que los griegos, en especial los atenienses, los romanos no veían bien la homosexualidad, que al parecer no entraba dentro de sus fundamentos éticos. Sin embargo, hubo emperadores que hicieron alarde de ello. Dos al menos abiertamente.

Quizá el primero sería Julio César, pese a que negó reiteradamente haber mantenido relaciones homosexuales con Nicomedes, el rey de Bitinia, una fama que le persiguió durante toda su vida y de la que renegaba quizá por su utilización como dardo por sus rivales políticos. Sin embargo, parece que fue cierto. No obstante, César no podría considerarse ni el primer emperador, porque sólo fue dictador, ni tampoco colocarlo con claridad en la lista por su negativa expresa a “salir del armario”. De hecho, se casó en varias ocasiones y tuvo al menos dos hijos, uno de ellos con Cleopatra. Su sobrino-nieto Octavio, que reino como Augusto, parece que tuvo un “protegido”, pero ciertamente el primero que hizo alarde de su condición fue Calígula, quien en materia sexual estaba decidido a probar de todo, incluido el incesto con dos de sus hermanas. Mantuvo una relación con Mnester, un actor griego muy popular en la corte. También pasó lo mismo con Nerón, de la misma familia imperial Julia-Claudia, quien antes había cometido incesto con su  propia madre, a la que luego mató, como a su esposa embarazada Popea.

Luego optó por los libertos, hombres que habían sido esclavos y que en general pertenecían a la administración imperial. Claro que Nerón, como Calígula, era un auténtico monstruo y es poco probable que sintiera algo parecido al amor. Como también le ocurrió a otro psicópata, Domiciano, de la Dinastía Flavia, hijo de Vespasiano, y como sus antecesores declarado Enemigo del Estado por el Senado tras su fallecimiento. Los tres pasaron a la lista de lo peor del Imperio.

Aunque el general Trajano, ya en el siglo II, en la Dinastía Antonina, mantuvo algunas relaciones con hombres –jóvenes bailarines- más o menos esporádicas, en general podríamos reducir  la lista de los emperadores abiertamente homosexuales a dos: Adriano y Heliogábalo, muy distintos ambos.
Adriano, sucesor de Trajano y considerado un emperador filósofo y poeta,  se casó, pero su verdadero amor, que declaró de forma explícita, fue a Antinóo. Su amante griego, con el que recorrió el Imperio, tuvo una muerte absurda cuando ambos recorrían Egipto en un viaje de placer y el joven acabó en el Nilo, ahogándose.

El desconsuelo del monarca imperial fue absoluto y en su honor decidió fundar una ciudad en el país, Antinóopolis. Fue constituida el 30 de octubre del año 130, el mismo en que fallecía el amante, quien a continuación fue asimilado a Osiris y como tal recibía culto, que se mantuvo durante un largo tiempo. Fue abandonada hacia el siglo X, ya conquistada por los árabes. Adriano sufriría mucho por el fallecimiento de Antinóo, quien según algunas fuentes se habría suicidado por amor al emperador.

800px-julius_caesar_coustou_louvre_mr1798_resultTendrían que pasar algunos años más para encontrar otro emperador homosexual declarado. Antes, Cómodo, el último de la Dinastía Antonina y otro monstruo de maldad, también mantuvo una relación con un liberto, pero como en el caso de Nerón se trataba más bien de pura dominación. El caso más llamativo sería el del emperador más extravagante de todos, Heliogábalo, de la Dinastía Severa, ya en el siglo III. Se mantuvo en el  trono romano desde 218 a 222 y falleció asesinado con apenas 19 años. Heliogábalo ha merecido un detenido estudio por parte de historiadores y también médicos, cada vez más convencidos de que podría tratarse del primer caso conocido de un transexual. Criado en Asia Menor como sacerdote de El-Gabal, un culto solar, durante su corta vida tuvo episodios constantes de desvaríos místico-sexuales que le llevaron a casarse en seis ocasiones y a buscar un médico que le practicara una  castración y le proporcionara unos órganos femeninos. Primero se circuncidó él mismo. Es posible que en efecto, quisiera ser una mujer, e hizo lo posible por conseguirlo provocando un escándalo espectacular al casarse con un esclavo, el auriga Heracles, a quien presentaba como “su marido” y rey, denominándose  él mismo como reina.

 Los romanos estaban acostumbrados a casi todo, pero aquello ya era demasiado. El  nombre que escogió como soberano fue el muy sonoro de Marco Aurelio Antonino Augusto, que recordaba a los mejores hombres al frente del Imperio a los que en otro delirio quería emular. Sólo tras su muerte comenzó a ser denominado “Heliogábalo”, como sacerdote del Sol, apelativo que nunca usó en vida.

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