OURENSE NO TEMPO

Jerónimo Álvarez García “Rascayú”

Con 27 años, Jerónimo era copropietario de una pequeña empresa de transportes de viajeros, que con dos ómnibus cubría diariamente la línea Ourense-Chantada

De entre las fotografías que conservo en mi archivo, hay dos retratos que Augusto Pacheco realizó hacia finales de los años 50 del pasado siglo que me llaman poderosamente la atención. Uno de ellos es el de Antonio Rodríguez Porto “Azucarillo”, al que tuve la fortuna de conocer y del que os hablaré otro día. El otro es éste que hoy os muestro.

Jerónimo Álvarez García “Rascallú” (o Rascayú, que en estos casos la ortografía es muy dudosa), ?, 1884 - Chantada, 1961. Antes de entrar en detalles me gustaría que por un momento observéis la fotografía y reparéis en la mirada del personaje. No sé si coincidiréis conmigo, pero mi opinión es que esa mirada refleja "dignidad". Cierto es que su aspecto desgreñado y ajado no hablan muy bien de él, pero…

Desde hace tiempo, en mis búsquedas de información siempre estoy atento por si sale alguna referencia a este caballero, y admito que muy escasos son los avances, y sin duda no puedo afirmar que éstas sean referidas realmente a él (me consta que Jerónimo no era un nombre de los más corrientes, pero tampoco se puede descartar que hubiera más personas con él, y desde luego los apellidos Álvarez y García no ayudan a diferenciarlo). Aun así, querría haceros partícipes de estos datos, porque de ser ciertos creo que podrían justificar de alguna manera esa mirada que a mí tan bella y llamativa me resulta.

Comenzaré por el final, dado lo desagradable que fue. La prensa del 8 de octubre de 1961 recoge en una pequeña nota que en la madrugada del 6 al 7, en un callejón próximo a la chantadina plaza de Santa Ana, apareció el cadáver de un hombre de unos sesenta años de edad, con claras evidencias de haber sido asesinado. El periodista que trasmite la noticia no se puede decir que tenga mucho tacto, y la continúa así: "Identificado el cadáver, se comprobó que se trataba de un tal Jerónimo alias “Barbudo”, que residía en Orense y tenía perturbadas sus facultades mentales, siendo un borracho habitual".

Hacía más de veinte años que Jerónimo vivía en la calle gracias a la caridad de los vecinos de Ourense. Aunque habría que irse al año 1921 para entender la situación. Con 27 años, Jerónimo era copropietario de una pequeña empresa de transportes de viajeros, que con dos ómnibus cubría diariamente la línea Ourense-Chantada; las cosas iban bien y deciden ampliar la empresa: lo suyo es el transporte y quizás un camión sea la mejor opción.

Es así como, tanteando la escasa oferta que en aquellos años había en el mercado, deciden probar un camión de segunda mano que les permitiría ofertar el transporte de mercancías. El 10 de octubre Jerónimo, en compañía de un aprendiz, Jesús Vázquez Castañón (16 años), circulan por la carretera de Ourense a Chantada cuando por causas desconocidas el camión se queda sin frenos; el joven Jesús se asusta y se tira del camión en marcha con tan mala suerte que en ese momento el camión choca contra un muro y le pasa por encima, rompiéndole las piernas y causándole serios traumatismos que horas después le producirán la muerte.

Ese desgraciado accidente acabó con Jerónimo en prisión y probablemente fue el inicio de una caída en picado de su salud mental. Al salir de la cárcel, los hechos se fueron precipitando y entre sanciones e indemnizaciones la empresa se perdió y nuestro personaje a duras penas conseguía sobrevivir.

Casualmente sabemos que en 1927 vivía en compañía de un amigo, Francisco “Panucho”, de profesión “chauffer”, en una buhardilla de la calle Progreso (numero 83, encima del Hotel Español). Si bien por fortuna ellos en ese momento no estaban en la casa, ese día los pocos bienes que aún poseía Jerónimo se perdieron en un pavoroso incendio que destruyó totalmente el edificio.

Desde esa fecha y hasta su fallecimiento se sabe que con la ayuda de amigos iba subsistiendo malamente, y cada vez se hundía más en una profunda depresión de la que intentaba escapar con ayuda del alcohol. Varias sanciones de tráfico hicieron que los amigos no se quisieran arriesgar a darle trabajos, ya no de conductor, ni siquiera de acompañante; sus problemas mentales aconsejaban no llevarlo en la cabina.

Así fue como sus últimos años los malvivió en la calle. Me cuentan que a pesar de que su aspecto no fuera tranquilizador, su comportamiento era totalmente pacífico, incluso estando bebido. Era frecuente verlo solitario en las cercanías del Barbaña (fuente del Obispo) donde le gustaba pasar horas avivando una hoguera a la que miraba embelesado. Esa era su vida.

Las no muy “intensas” investigaciones fueron incapaces de arrojar luz sobre los motivos que llevaron al fallecimiento. ¿Quizás porque no existieron?

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