José Manuel Fernández Anguiano

Amaba la tierra y la cuidaba

Tengo que preguntarle al Anguiano”; era la frase de mi madre cada vez que tenía una duda en el cuidado de su huerto o de sus animales. Y, “el” Anguiano siempre tenía la respuesta correcta y totalmente ecológica en un tiempo en que esta palabra apenas se usaba, pero los dos practicaban la ecología conscientes de que el ciclo vital de la naturaleza tenía sus ritmos y sus normas. La verdad es que Anguiano sabía muchísimo de su profesión de ingeniero agrícola; del cultivo y la elaboración del vino, del cultivo y explotación de la patata, el castaño, el kiwi.

Sabía mucho y experimentaba mucho. Participó en la plantación de los primeros kiwis en Porriño y estrenaba los 80 años embarcándose en una plantación de castaños con su amigo Alfonso. Era sumamente generoso y didáctico compartiendo sus saberes. Pero su gran cualidad fue el cuidado de los muchos amigos que fue haciendo por Galicia gracias al vino, el castaño, las patatas.

Recordándolo hoy no tengo más remedio que recordar a mi hermano José Luis con el que formó un tándem perfecto. José Luis creaba, arriesgaba, José Manuel lo llevaba a la práctica. Con sus dotes de negociador, conciliador, y su buen carácter, hacía posible lo que su amigo imaginaba, como fue la creación de la Estación de Montaña en Manzaneda en la que miles de gallegos aprendieron a esquiar y a conocer esa hermosa montaña en la que crearon riqueza y empleo. Entre los dos, además de afecto hubo respeto, admiración y se lo pasaban muy bien juntos. 

Queridísimo José Manuel, queridísimo Anguiano, no sé a quién le vamos a preguntar ahora cada vez que la naturaleza nos plantee una duda. La Tedi y tus niñas te van a echar mucho en falta pero en esta familia nos vamos a sentir un poco más desamparados sin ti.

Gracias por tu amistad querido amigo.

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